Un collar de flores frescas da la bienvenida cada mañana, cuando el sol despunta en el océano Pacífico. Esta es una de las costumbres que conservan los hoteles de la gran isla de Oahu, una de las ocho más grandes del archipiélago de Hawaii.
Hace más de 25 millones de años, las cenizas del volcán sedimentaron a 20 grados del Ecuador. Allí creció una abundante vegetación que dio lugar a verdes praderas, selvas y playas salvajes. Así nació Hawaii, un paraíso encantado, donde se han levantado fastuosas ciudades rodeadas de kilómetros de arena.
Perdidas en el océano, las islas de Hawaii se encuentran a cuatro mil kilómetros del punto continental más cercano, la ciudad estadounidense de San Francisco.
En Honolulu los colores alegres de las camisas hawaiianas desfilan por las calles, tiñendo de alegría la capital del quincuagésimo estado norteamericano. Este centro metropolitano enclavado a las orillas de la isla de Oahu presenta grandes edificios, que se abren a la inmensidad el mar.
Waikiki, la preferida
Generando un gran contraste, junto a Honolulu, se extienden las maravillosas playas de Waikiki, la zona más preciada en Oahu. Una inmensidad de finas arenas, salpicadas de palmeras, son el sitio elegido para tomar sol y bañarse en las aguas cálidas del océano.
La temperatura es muy agradable y el mar invita a practicar deportes acuáticos, como surf y canotaje. En estas playas muchos aprendices toman clases, desafiando las olas sobre las tablas, de la mano de los instructores de las escuelas allí instaladas.
También se pueden alquilar equipos y practicar estos deportes en forma independiente.
Para quienes prefieren la tierra firme, suena el ritmo ukelele. Quienes se animen, pueden aprender a bailar el hula, famosa y exótica danza hawaiiana que consiste en mover las caderas al ritmo de esta música. A través de los movimientos suaves y ondulantes se traduce la herencia cultural de Hawaii.
En la costa este de Waikiki se levanta la Cabeza del Diamante, una montaña de 760 pies de alto, formada hace 100 mil años atrás cuando una erupción de ceniza volcánica cimentó en fuerte roca. Se puede llegar caminando por un costado del cráter y desde allí observar el inmenso mar y la zona sur de la isla. Entre noviembre y febrero se divisan las ballenas desde este punto estratégico.
Huellas de realeza
En una caminata por las calles de Honolulu, el viajero se tropieza con monumentales edificios que guardan siglos de historia. Uno de ellos es el Palacio Iolani, única residencia real de Estados Unidos, que fue construida por el rey Kalakaua en 1882. Allí el tiempo retrocede vertiginosamente y se revive la época imperial de la isla. Para conocer los detalles de esta época habrá que buscar información en la Biblioteca del Estado, anexa a aquel edificio.
Las calles conducen al centro comercial de Honolulu. Allí se levanta la torre Aloha, un shopping con 80 locales y restaurantes, desde donde se observa el puerto de Oahu. Ahí fondean los cruceros que recorren la zona.
Luego de haber caminado varias cuadras se puede apreciar la diversidad de etnias que conviven armoniosamente. Japoneses, chinos, filipinos, polinésicos y caucásicos, unidos por la geografía, respetan las diversas culturas. Por esto en Oahu son frecuentes las celebraciones. Allí todos festejan cualquier ocasión, desde la independencia filipina hasta la Oktoberfest.
Más allá se encuentra Chinatown, un sitio comercial donde se ofrece desde la medicina oriental con hierbas tradicionales hasta souvenirs para llevar de recuerdo.
Los colores primarios tiñen la tierra. Son los distintos cultivos que se desarrollan en las fértiles praderas del sur de la isla. Gigantescas plantaciones de ananá y azúcar se recorren hasta llegar a Kualoa Ranch, inmenso parque que tomará una hora y media para recorrerlo. En este lugar resulta alucinante descubrir los rincones donde se filmaron partes de los filmes Jurassic Park y Godzila.
Otra posibilidad para recorrer la zona consiste en abordar un pequeño avión y observar desde el cielo las playas doradas y el mar azul. Hermosos paisajes recrean la vista, incluyendo varias paradas entre la famosa bahía de Hanauma, santuario de la fauna marina de Hawaii, un sitio ideal para la práctica del snorkel y el impresionante mirador del Pali, desde donde se obtiene una espléndida vista de la isla.
Desde las alturas también se pueden ver Diamond Head Crater, Sealife Park, Polynesian Cultural Center, Kahana Bay, los campos de ananá y azúcar, la base de la fuerza aérea de Wheeler y Pearl Harbor, el Arizona Memorial y el aeropuerto internacional.
Símbolo de la guerra
No se puede pasar por Oahu y no visitar Pearl Harbor para descubrir cómo los hawaiianos defendieron sus tierras de los ataques. Allí, Hawaii se convirtió en la piedra del Pacífico atacada por Japón en la Segunda Guerra Mundial. Recorriendo estos lugares se experimenta cómo se vivió esta masacre en las calles de Honolulu.
El itinerario consiste en la visita del Museo Histórico, la proyección de un documental explicativo y por último un paseo en lancha para desembarcar en el Memorial del Arizona, uno de los 21 barcos hundidos o dañados durante el ataque japonés de 1941 y cuyo casco aún se puede apreciar en la bahía.
Luego de este recorrido, lo mejor será volver a la ciudad y elegir un buen lugar para cenar, teniendo en cuenta que en estas tierras se cena a las 18.30. Sobre las playas de Waikiki se podrá elegir el restaurante preferido. El hotel Sheraton Waikiki ofrece un excepcional lugar en el piso 30 desde donde saborear deliciosos platos perfectamente presentados, al compás de la orquesta que acompaña el recorrido visual por la isla encantada, donde el paraíso se vuelve real.