Año 49.074
 Nº CXXXIV
Rosario,
domingo  01 de
abril de 2001
Min 18º
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Macrofotografías de Susana Mattanó en el Rivadavia
Señales desconocidas que la gente escribe en los árboles
Una singular investigación de una artista plástica apunta a descubrir desde una nueva perspectiva la naturaleza de la ciudad y los lenguajes en circulación

Paola Piacenza

Recorrer una ciudad significa, en principio, someterse al dictado de los mensajes que, desde carteles, señales, etiquetas, anuncios y desde el propio trazado de las calles, orientan los traslados y decretan habilitaciones y prohibiciones. La ciudad exige respuestas y dice lo que hay que hacer y pensar. Pero, también, el paseante en ocasiones descubre que hay una ciudad secreta en los márgenes de lo expuesto. La mirada torna visible los signos de un lenguaje cifrado en el reverso de lo que se exhibe y vocifera. En la ciudad visible habitan otras ciudades invisibles pero, como se sustraen a la actualidad de la superficie, necesitan -en palabras de Italo Calvino- "ser atrapadas por sorpresa".
Lo público está en la propia naturaleza de lo urbano nacido en el seno del intercambio comercial y desarrollado por el ejercicio de la democracia. La ciudad es el espacio privilegiado de la oferta, la distribución y la comunicación por lo que parece difícil imaginar qué es lo que pueda permanecer ajeno al régimen de su economía y vigilancia sin ser, de hecho, su sombra; igualmente visible por oposición.
El camino a las ciudades invisibles parece abrirse, entonces, allí donde pierde su valor la lógica de lo transitivo y lo directivo. En aquellos espacios que, por su trivialidad o naturalidad, quedan mudos -carecen de representación- en el orden de los grandes temas de la vida urbana. Dice también Calvino que el hombre camina días enteros entre los árboles y las piedras y el ojo sólo se detiene en aquellas cosas que las ha reconocido como signo de otra: "una huella en la arena indica el paso del tigre; un pantano anuncia una vena de agua... todo el resto es mudo e intercambiable; árboles y piedras son solamente lo que son".
La mirada es la gran interpretante de la ciudad. Si, por un lado es la que localiza, emplaza y explica la vecindad, distancia o inconexión en el plano de la urbe; al mismo tiempo es la única que puede ejecutar el extrañamiento necesario para sacar del silencio a los objetos acallados. Esta experiencia es la que se comprueba en la investigación de semiótica visual realizada por la artista plástica rosarina Susana Mattanó (1961) en relación a las marcas reconocibles en las cortezas de árboles situados en el bulevar Oroño, Parque Independencia y Parque Urquiza y que se exhibirá en la serie de macrofotografías "Huellas de otras huellas: macro mirada de marcas urbanas". La exposición tendrá lugar en el Centro Cultural Bernardino Rivadavia, a partir del próximo martes.
Quien circula por la ciudad visible verá, en las marcas en la corteza de los árboles -graffitis, manchas, dibujos, incisiones e incrustaciones- un índice de descuido o el rastro ocasional de un accidente o pasatiempo mientras que otros ojos -como los que en este estudio desandan los accesos transitados- verán una huella, el testimonio de un encuentro o la historia de una piel (la del árbol) que ha sido tatuada o herida. Mattanó realiza, a través del registro macrofotográfico de 97 árboles, una experiencia de lectura de los signos de una ignorada lengua urbana que se escribe contra el tiempo sobre los troncos de los árboles. Descubre e inventa la lógica particular de una semiosis diferida y equívoca cuando, por un lado, traiciona el carácter inmotivado de algunos rastros resignificándolos, por ejemplo en relación a las técnicas del chorreado en el action painting de Pollock y del tajo y la perforación; en Lucio Fontana o como cuando tratándose de mensajes deliberados cambia, por la interpretación, la orientación del mensaje al convertirlo en habla del árbol y su padecimiento antes que graffiti amoroso, reivindicatorio o testimonial.
Las fotografías, además, no se conciben como un mero mecanismo reproductivo sino que se postulan también como huellas, más precisamente, como "huellas de otras huellas" al atestiguar la presencia de la mirada estética de un espectador que se suma a la instancia de comunicación que representan estas cicatrices de la ciudad.


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