Reinaldo Arenas tuvo dos maestros en Cuba, a quienes conoció después de la publicación de su primera novela, "Celestino antes del alba". Fueron Virgilio Piñera y José Lezama Lima. El primero fue fundamental para la escritura de Arenas. Piñera felicitó al joven por "El mundo alucinante", pero le dijo que tenía que pulirla para que la obra alcanzase su perfección. No fue un maestro que se desentendiese sino que se comprometió y durante mucho tiempo todos los días se reunían a las siete de la mañana para trabajar en la obra. Arenas recordaba así esas mañanas de trabajo: "Lo primero que me dijo cuando comenzamos fue: «No creas que hago esto por algún interés sexual; lo hago por pura honestidad intelectual. Tú has escrito una buena novela, pero hay algunas cosas que hay que arreglar»". De Lezama Lima lo fascinó su cultura y su sencillez, sin nada de ostentación. La literatura, sostenía Arenas, era la vida de Lezama, algo a lo que se aferraba para no morirse. La reverencia literaria de Arenas ante los maestros no es fría y pretende dar una imagen completa de la vida y la obra de esos dos escritores. Así cuenta una aventura erótica de Lezama y Piñera y sus gustos en materia de hombres: "A Virgilio le gustaban los hombres rudos, los negros, los camioneros, mientras que Lezama tenía preferencias helénicas... En cierta ocasión Lezama y Virgilio coincidieron en una especie de prostíbulo para hombres que había en La Habana Vieja y Lezama le dijo a Virgilio: «Así que vienes tras la caza del jabalí». Y Virgilio le contestó: «No, he venido, simplemente, a singar con un negro»". Los enemigos de Arenas fueron los escritores obsecuentes del régimen, como Cintio Vitier y Fina García Marruz.
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