"Documentos por favor". Este pedido no se repite para todos los que entran, sino sólo para aquellos que no forman parte del "ambiente". Los patovicas, ubicados en la puerta de los boliches y bares de onda, cumplen esa función: observar a la gente que entra. La apariencia, la ropa que no responde a la moda y ser desconocido entre los habitués implican, en muchos casos, la obligación de mostrar el documento. Trámite que algunos deben hacer mientras otros entran como si nada. "Los que no pueden ingresar ya saben lo que pasa, por eso se ahorran el tiempo y ni siquiera vienen a la puerta", dijo Fernando, de 23 años, parroquiano de Blue Velvet. "Vas a tener que esperar porque hay mucha gente adentro". La frase es utilizada en muchos lugares para discriminar, porque en realidad el boliche está lleno sólo para ciertas personas. La forma de dejar afuera a algunos es sutil, y las mujeres generalmente se salvan de pasar por esta selección. "Cuando entrás al boliche te miran de arriba a abajo. Si yo tengo la plata para pagar, gozo del mismo derecho que cualquiera", comentó indignado Marcelo, de 27 años. La discriminación en los boliches no es nueva, y ha sorteado más de una campaña en su contra. Sin embargo, siempre aparecen mecanismos de selección, a veces con la vista y sonrisa cómplices de los mismos clientes.
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