| | El ataque a íconos no es un patrimonio talibán La Reforma promovió la aparición de iconoclastas que tuvieron como blanco las manifestaciones católicas
| Estando Inglaterra sumida en una guerra civil, William Dowsing llegó a Cambridge en diciembre de 1643 lleno de fervor puritano y resuelto a destruir los últimos restos de la antigua fe católica. "Derribamos dos ángeles grandes y poderosos con sus alas, y diversos otros ángeles, y los cuatro evangelistas y Pedro con sus llaves en la puerta de la capilla y unos cien querubines", escribió Dowsing en su diario personal. Su misión lo llevó a 245 iglesias en Cambridgeshire y Suffolk, y en más del 90 por ciento de ellas encontró algo para destruir. Una resolución similar de destruir los "falsos ídolos" ha inspirado a los talibanes de Afganistán a destruir imágenes antiguas de Buda, para horror de los dirigentes religiosos moderados, los amantes de las obras de arte y los historiadores. "Las imágenes y los símbolos, ya sean religiosos o no, siempre atraen la violencia donde hay conflicto. La religión intensifica esa violencia porque los símbolos religiosos siempre tienen un mayor significado", dijo Carlos Eire, profesor de estudios sobre la religión en la Universidad de Yale. Los iconoclastas -destructores de imágenes- fueron figuras características de la Reforma Protestante en Europa, pero no fueron los primeros. En el siglo VIII se produjo un conflicto prolongado en la iglesia oriental en torno al uso de íconos. El emperador bizantino Leo III los prohibió en el 730, y los que adoraban a los íconos eran perseguidos. Restaurados en el 787, los íconos fueron prohibidos nuevamente en el 815. La veneración de los íconos fue restaurada en 843. Dowsing estaba respaldado por la autoridad del Parlamento. En agosto de 1643, éste aprobó una ordenanza "para la demolición, remoción y eliminación total de todos los monumentos de superstición e idolatría". Era una lista larga: imágenes de Jesucristo, de la Virgen María y de los santos; crucifijos, altares de piedra y candelabros. Debían removerse además las inscripciones consideradas supersticiosas, incluso frases como "orad por mí" en las lápidas de las tumbas. Los iconoclastas lograron destruir grandes cantidades de imágenes, aunque durante los episodios del siglo XVI en Holanda hubo instancias de vecinos que salvaron imágenes para venderlas a las familias católicas o advirtieron a tiempo acerca del peligro a los religiosos que las veneraban, de manera que pudiesen salvarlas. El jefe talibán, Mullah Mohammed Omar, ordenó la destrucción de todas las estatuas preislámicas de Afganistán. Entre las estatuas destruidas figuran dos enormes budas esculpidos durante los siglos III y V en la ladera de un acantilado del centro de Bamiyán. En Basilea, Suiza, en 1528, el humanista Erasmo presenció la destrucción de numerosas imágenes. "No ha quedado una sola imagen en las iglesias ni en los monasterios. Todos los frescos han sido cubiertos con pintura blanca. Todo lo que era combustible ha sido quemado y lo demás ha sido destruido a hachazos", escribió.
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