La ley de convertibilidad cumplió esta semana sus primeros diez años de vida, y lo festejó con una refundación, de la mano del padre de la criatura, Domingo Cavallo, que volvió al poder con nueva escudería. En medio de una profunda crisis política y con un escenario muy complicado en materia de déficit fiscal, el ministro de Economía lanzó la ley de competitividad, una alternativa (¿la última?) de ganar productividad sin tener que devaluar el peso. Con un perfil más heterodoxo que en su primer gestión al frente del Palacio de Hacienda, Cavallo activó la receta de los "plenos poderes" para erigirse como tabla de salvación para un derrotero económico que venía evolucionando sin encontrar rumbo. En la agenda económica y social pesan más de tres años de recesión y cifras de desocupación que exceden por lejos los dos dígitos.