Año 49.067
 Nº CXXXIV
Rosario,
domingo  25 de
marzo de 2001
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El regreso
Los giros vertiginosos de una economía estancada
Cavallo, que en su gestión anterior expandió el gasto público, ahora volvió con la obligación de ponerlo en caja

Antonio I. Margariti

Los acontecimientos de esta semana adoptaron tal velocidad y frenesí que el panorama nos ha llenado de asombro y estupor, provocando en el espacio económico una sensación de falta de equilibrio no apta para quienes sufren de vértigos.
La mayoría de nosotros conocemos los aspectos anecdóticos: la intempestiva renuncia de Machinea, la desorientación del presidente, la convocatoria a López Murphy para salvar al gobierno, su revelación de que la magnitud del déficit no era la que se decía, la aprobación de un plan de reestructuración del Estado, su derogación a las pocas horas de anunciado, la increíble caída del ministro con su equipo y la escénica irrupción de Domingo Cavallo exigiendo plenos poderes para su Plan de Competitividad. Todo esto con velocidad supersónica en medio de una economía estancada y donde los sucesos políticos toman un giro tan vertiginoso que sorprende. Pero como lo esencial es invisible a los ojos y sin embargo es lo que importa -según decía Saint-Exupéry- debemos hacer un esfuerzo para comprender aquellas cosas que están detrás de las apariencias. En este caso se trata de las infidelidades.

"Semper fidelis"
"Semper fidelis" es el lema del famoso cuerpo de US Marines y el nombre de una popular marcha de las fuerzas armadas norteamericanas que recuerda a los ciudadanos de ese gran país que ser "siempre fieles" es la condición para alcanzar la gloria.
La fidelidad no se compra ni se vende, no tiene precio ni se cotiza en los mercados, es una cualidad moral que poseen aquellas personas cuyo comportamiento corresponde a la confianza puesta en ellas y a lo que de esas personas exigen el deber, la amistad o el amor. El tema de la fidelidad siempre conmueve y constituye la trama sobre la que Shakespeare escribió la inmortal obra Romeo y Julieta, que relata la tragedia de dos jóvenes de Verona, quienes a pesar del odio que separa a sus familias se juran fidelidad y se casan en secreto, pero la fatalidad los conduce a la muerte. Ser fieles es la primera y gran virtud que se espera de un jefe, de un caudillo, de un presidente, de un empresario, de un dirigente sindical, de un padre o madre de familia o de un sacerdote. Sin fidelidad por parte de ellos no hay posibilidad de sostener el principio de autoridad ni mantener el cariño porque quien se subordina a las órdenes o al afecto de otra persona tiene derecho a exigirle fidelidad. En el comportamiento de Machinea y del Frepaso hacia el presidente y del presidente hacia López Murphy, el valor intangible pero real de la fidelidad desapareció por completo del escenario público, quedó destruido el sentido de autoridad, vapuleada la figura del presidente y ésta fue la gran cuestión.

No hay otra oportunidad
El presidente De la Rúa no tiene más remedio que hacer un acelerado aprendizaje de estas cuestiones. El es la única persona que puede tirar la cuerda que ponga en marcha la reactivación y nos saque de la tremenda depresión moral en que hemos caído, pero debe reconocer que su propio carácter es el eslabón más débil de esta cuerda. Tiene que aprender a no perder más tiempo para tomar decisiones, a saber percibir la realidad sin que le escriban el diario de Yrigoyen, a rodearse de personas que sepan pensar, a dejar de lado los extravagantes asesores de imagen que lo ponen en ridículo, a apoyar sin restricciones a quienes saber actuar, a gobernar para la Sociedad y no para la Alianza y asumir el mando o sucumbir. De él depende la solución feliz de esta encrucijada creada por la falta de ideas, el vacío de poder, el egoísmo de la clase política y la ineptitud para administrar el Estado. No tendrá otra oportunidad.

Los errores de López Murphy
López Murphy es sin lugar a dudas el mejor y más profundo economista que tiene el radicalismo, pero por encima de todo es una persona seria, honesta y de transparencia ejemplar. El esfuerzo que realizó para presentar un plan coherente fue tremendo y sin embargo su caída ha demostrado el nivel de miseria, intriga e incomprensión de la clase política. En el discurso cometió varios errores que deben evitarse en el futuro. Sus primeras palabras después de ser convocado urgentemente fueron de subordinación leal al presidente sin reparar que las condiciones veleidosas del mando hacían imposible su propósito. El segundo error fue transparentar su estrategia, con lo cual permitió la constitución de un frente hostil de todos los que vieron afectados sus intereses y le hicieron imposible aplicar el plan.
El tercero fue dejar intocable el gasto del aparato político dirigiendo su atención hacia gastos comunes sin responsabilizar a los gastadores que generan y provocan el déficit indomable que nos conduce a la cesación de pagos. El cuarto error consistió en orientar su discurso hacia funcionarios de un gobierno que tiene que ajustar sus cuentas y no hacia la sociedad cuyas demandas no son corregir tal o cual ítem del presupuesto sino de naturaleza muy distinta: rebajar la carga impositiva, promover el empleo, alentar nuevas empresas, fomentar la productividad, reducir los costos financieros, brindar seguridad policial y reorganizar la justicia para que no ampare la impunidad, actúe con rapidez y obre con equidad. Por eso los mismos que aplaudieron su discurso del sábado pasado no hicieron nada para impedir su caída.
Con reflejos sumamente rápidos Domingo Cavallo comprendió el valor del refrán español que dice "cuando las barbas de tu vecino vieres cortar, pon las tuyas a remojar" y no repitió los errores de su antecesor. En lugar de subordinarse a un mando confundido y veleidoso impuso sus propias condiciones, dejó en claro que había sido llamado para salvar al gobierno, se abstuvo de nombrar su equipo económico hasta tanto le aprueben los poderes especiales y ocultó su estrategia dentro de anuncios con los cuales todos coinciden.
Si alguien quiere investigar el antecedente mundial más exitoso de un programa similar no tiene más que revisar los documentos del plan de Jacques Rueff y Louis Armand para remover los obstáculos a la expansión económica de Francia formulado para el presidente Charles de Gaulle y que permitieron al país galo eliminar el eterno problema del déficit y recuperar el liderazgo militar, industrial y financiero como gran potencia mundial. Los objetivos no explicitados en el Plan de Competitividad son los siguientes:
- Devaluar sin tocar la paridad con el dólar mediante la elevación de aranceles aduaneros para importación de productos vinculados con los sectores claves de la industria automotriz, construcción, alimentos, bebidas, indumentaria y calzado.
- Alentar a rajatablas la importación de máquinas, equipos y bienes de capital con arancel cero para permitir las inversiones productivas en bienes y servicios.
- Presionar a los gobernadores para eliminar los impuestos a sellos e ingresos brutos y hacer lo mismo con impuestos nacionales al gas-oil, sobre intereses y a la renta presunta.
- Hacer girar el sistema impositivo alrededor del movimiento registrado en bancos, tarjetas de crédito y entidades financieras obligando a pagar con cheques todas las transacciones superiores a mil pesos y permitiendo la ingerencia de la DGI para examinar estas cuentas.
- Conseguir fondos líquidos inmediatos para atender el gasto público mediante un impuesto a los débitos y créditos bancarios.
- Implantar la "ventanilla única" para los trámites que tenga que realizar la actividad privada cortando los vericuetos de la burocracia administrativa.
- Reestructurar el Estado mediante los poderes especiales solicitados al Congreso, eliminando ministerios, secretarías, subsecretarías y direcciones generales y disponiendo el retiro del personal excedente.
Salvo la prohibición de hacer pagos superiores a mil pesos mediante dinero efectivo, que viola elementales principios de propiedad privada y la repetición de un fracasado ensayo anterior sobre el impuesto a los cheques, la estrategia no consiste en otra cosa sino en reducir gasto público para eliminar el déficit y comenzar a cancelar deuda pública. El Cavallo que en el anterior gobierno menemista permitió la expansión del gasto público desde 1991 a 1996, ahora acomete una tarea digna de Hércules: reducirlo y ponerlo en caja. Por el bien de todos nosotros, Dios quiera que tenga éxito en su emprendimiento.


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