Alex de la Iglesia
Me piden una autoentrevista para el Pressbook. ¿Y el periodista? ¿También me ha abandonado, como el desodorante? (Dios, que chiste más antiguo) Es terrorífico: ya nadie es necesario. Sólo sobrevive el que se adapta al medio. O al miedo. No importa, me basto yo solo. Intentaré dividirme y proyectar una imagen mía al otro lado de la mesa, aunque sólo sea por hacerme una idea. Es fácil, mi aspecto se distingue perfectamente del fondo. Soy yo, delante de mí. Veo un individuo exageradamente gordo, con barba, quizá para disimular su rostro aniñado, con rosados mofletes. Sin embargo, ya no parece joven. Está canoso, y las entradas ya no son entradas, son cauces por los que resbalan ríos de sudor salado. Las manitas regordetas que cuelgan alegres de sus brazos dan un poco de grima: como dijo una vez Wyoming, parecen un "manojo de pollas". La barriga, que se extiende inmensa como un planeta desierto bajo sus pantalones de chandal, ocupa generosamente el centro del cuerpo y parece su auténtico cerebro. Los pies congestionados sobreviven a cientos de grados centígrados en el interior de unas zapatillas viejas de deporte. No se atreven a salir más que de noche, angustiados por el peso que abruma sus conciencias. Evidentemente Alex de la Iglesia no parece ser una persona obsesionada por mejorar su aspecto, y mucho menos su higiene. Los lamparones brillan en su camisa como trofeos. El olor que desprende cuando te acercas a él se asemeja al del Dodotis de un niño: una extraña mezcla de colonia con algo oscuro bajo la superficie. El parece intuirlo, y se aparta delicadamente. -¿Por qué has engordado tanto? -Vamos a ver. Yo soy un profesional. Hago mi trabajo con dignidad y respeto, y así me gustaría que me tratasen. -Vaya por Dios. Entonces responderé yo, que para eso soy yo. Engordo tanto porque me muero de ansiedad. Me comería el mundo, pero no tengo tiempo de imaginar la tremenda siesta que ese momento glotón me provocaría. Como a deshoras, mucho pan, mucha sal, mucho picante. -¿Crees que el exceso conduce al Palacio de la Sabiduría? -Puede ser un camino tortuoso y extraño. Desde luego el barroco provoca acidez, pero algo insano me arrastra a pasarme, a cargar las tintas. La guerra es el padre de todas las cosas. La lucha entre los colores y los sentimientos genera de igual manera las buenas y las malas películas, pero por lo menos estás a salvo de las aburridas. Por otro lado, el camino de la contención sólo conduce al baño. Lo cierto es que no creo enteramente en lo que digo, pero también es cierto que en algún momento lo he mantenido delante de dos o tres personas. Nunca delante de mi madre. -¿Usted no se toma nada en serio? -Me tomo todo tremendamente en serio, ese es el problema. Todo me da miedo y asco, como en Las Vegas. La única escapatoria que encuentro al abismo que supone mirar las cosas de frente es la comedia. El horror puro, el pánico real hacia las cosas y las personas es tan intenso en mí que disimulo riéndome, e incluso me giro tímidamente y agito las pestañas para disimular. -¿Cree que esta película es diferente a las demás? -En la misma medida en que yo he cambiado. No sé si esto responde a la pregunta. -No la responde en absoluto. -El paso de los años genera, sin duda, aburrimiento, alopecia, exceso de peso, y quizá también cierta actitud de ánimo beneficiosa para la creación. A la hora de rodar uno se encuentra con varios problemas: la falta de talento puede ser uno de ellos, bastante grave, diríamos. Ciertas personas lo suplen con imaginación y mucho morro. Indigno pero eficaz. Un castillo de arena se convierte, trabajando duro, en un fortín de cemento armado si conoces exactamente cómo utilizar el cubo de plástico y la palita de colores. Pero con todo esto no quiero decir que ése sea mi caso. ¿Me he explicado bien? -Me he perdido en lo de la palita de colores. -Es igual. Esta película es estupenda, caballero, y los actores están que se salen. No hay nada más qué decir. -Como siempre, Alex de la Iglesia se queda flotando en la superficie, sin llegar al meollo de las cuestiones que él mismo se plantea. -Ultimamente floto poco. -Eso sí. Vayamos al fondo. ¿Piensa que su cine carece del peso que le sobra a usted en la vida real? -Me alegro que me haga esa cabronada de pregunta, querido amigo. Ciertamente le diré que Dreyer se me antoja un director excelente, y que afortunadamente las películas de Dreyer las hizo Dreyer, y no yo. Imagínese usted a Alex Angulo estropeando con su boina el rigor metafísico de un filme como "El Verbo". Por eso creo que cada uno debemos conocer nuestros límites y aspirar a llenarlos con músculo y no con grasa, como hacen algunos que yo me sé. -¿Se refiere a mí, acaso? -No, lo digo por decir. -¿Cree que el entretenimiento redime sus pecados? -Sí. Concibo el entretenimiento como un objetivo moral, a lo Preston Sturges, ya que me lo pregunta. -Qué pedante le ha quedado eso. -Es verdad, me ha salido el ramalazo jesuita, perdón. - Hablando de ramalazos, algunos le han tachado de misógino. ¿Piensa que con esta película acabará con esos chismes? -"Mire usted", como dice el presidente, "mire usted": a mí me gustan mucho las mujeres, sobre todo las que llevan fajas y liguero, como al maestro Berlanga. Alguna vez he hojeado una revista de Bondage, sí, pero siempre con el consentimiento de mis padres. Sin embargo, en "La comunidad", que es para lo que hemos venido y para lo que hacíamos esta entrevista, que no me está usted preguntando nada de mi película, en "La comunidad", digo, la protagonista es una mujer, y además una mujer de armas tomar, con carácter, con fuerza, con sentimientos, y yo aún diría más. -Dígalo. -Pues le diré que es un personaje de mujer que entenderán mejor las mujeres que los hombres. -Eso habrá que verlo. -Ya verá. Y ahora le voy a preguntar yo a usted, que se cree tan listillo. ¿No le preocupa que la gente diga que su mejor película es "El día de la bestia"? -Mi mejor película siempre será la última. -Ya. Eso lo dice usted porque está de promoción de "La comunidad". -Y porque parece una frase de Cary Grant en "Sólo los ángeles tienen alas". -Vamos hombre, usted no me engaña. A mí la que más me ha gustado de toda la vida es "Perdita Durango". -A mí también. Pero la gente decía que era muy violenta. -Ya ves, así están las cosas. Por cierto, y ya para terminar, ¿qué quiere contarnos con "La comunidad"? -Una historia simpática sobre algo muy triste. -Parece un contertulio de Garci. -No se meta usted con Garci que le admiro mucho. -¡Vamos hombre! -¡Se lo juro! ¡He visto "Solos en la madrugada" quince veces! ¿Y "El Crack"? ¡Es buenísima! -¡Pero qué dice! ¿Dónde está el joven rebelde de "Acción mutante"? ¡Parece usted mi abuela! Los contertulios se pelean, tirándose de las barbas. Las barrigas se mueven como globos en una feria. Es una entrevista de Alex de la Iglesia a Alex de la Iglesia.
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