Lima. - Una tensa situación política se vive en Perú a dos semanas de las elecciones presidenciales, en medio de denuncias, agresiones y revelaciones que ponen en duda la probidad moral del líder en los sondeos de intención de voto, Alejandro Toledo.
Una serie de hechos vandálicos que obligaron a la candidata socialcristiana Lourdes Flores a cancelar un mitín en la selvática ciudad de Iquitos en la noche del jueves eran tomados ayer por muchos como un toque de alerta sobre lo que puede venir en los próximos días, cuando las pasiones parecen en riesgo de desbordarse y la radicalización parece instalarse entre los votantes.
El gran protagonista de la coyuntura es sin duda Toledo, contra quien apuntan las baterías de todos sus rivales, entre otras cosas por los muchos puntos oscuros que rodean su vida, que incluyen la posibilidad de que tenga una hija no reconocida, de que sea consumidor de cocaína y de que haya querido sobornar a un periodista que lo investigaba.
Para Toledo es un complot
Sin responder satisfactoriamente a las interrogantes creadas en torno a su persona, el líder populista ha calificado a todas las denuncias periodísticas como el producto de un complot de la "derecha recalcitrante" que no quiere ver a un "cholo" (indígena) en la presidencia, lo cual ha desatado una cadena de ataques de índole racial y social contra los "blanquitos de Miraflores", como se llama desde la esquina toledista a los ricos y las clases medias limeñas.
Para los críticos de Toledo, éste debiera aclarar los puntos que ponen en duda su calidad moral. Sus posibles conductas sexuales, se dice, pertenecen a su vida privada y no deben tener espacio en la campaña, pero no así aspectos como el supuesto no reconocimiento de la hija, el consumo de drogas o sobre todo la cadena de mentiras que habría elaborado para enfrentar esas acusaciones.
Mientras tanto, la lluvia de piedra y palo que cayó en Iquitos sobre la tarima en que hablaba Flores y sobre los seguidores de ésta se constituía en el hecho de mayor violencia durante la actual campaña, sólo comparable con lo ocurrido días atrás en la ciudad andina de Huancayo, donde la misma candidata fue atacada por una turba.
Flores tampoco ha sido afortunada en el momento de deslindar su supuesto parentesco ideológico con el fujimorismo y de hecho no ha ocultado su interés de contar con el respaldo de quienes apoyaron antes al destituido régimen. La presencia en sus filas de varios personajes vinculados a ese desprestigiado gobierno parecen reforzar la creencia y explicarían su aparente estancamiento en los sondeos y su perfil "derechizado".
Un final apretado
Ni Toledo ni Flores parecen capaces de lograr muchas adhesiones incondicionales y uno y la otra sufren para convencer a los indecisos, pero a su favor tienen el desprestigio del ex presidente aprista Alan García, la fama de díscolo y pendenciero del nacionalista Fernando Olivera y todo el trasfondo "fujimontesinista" de Carlos Boloña, que han impedido que esos otros tres candidatos pesquen en río revuelto.
Por ahora se desconoce el impacto que en la intención de voto puedan tener las revelaciones sobre Toledo, y, en caso de que haya deserciones, nadie se atreve a predecir hacia donde irían esos sufragios. Por lo pronto, todo indica que Toledo y Flores ganarán el próximo 8 de abril el derecho a acceder a una segunda vuelta y que lo ideal sería que los propios candidatos se encarguen de atemperar los ánimos para evitar que el retorno del Perú a la democracia lo sea realmente.
Los hechos contrastan con la imagen de transparencia, neutralidad y honestidad que para el manejo del proceso han ganado el gobierno interino y las nuevas autoridades electorales, a los que se ve hoy como garantes de que la voluntad popular sea respetada.