| | Análisis: El fracaso de la alternativa progresista La Alianza dilapidó su capital político y rompió el contrato social que había rubricado con los argentinos
| Mauricio Maronna
La Alianza por la Justicia, el Trabajo y la Educación dejó de existir antes de cumplir 16 meses de gobierno. La Carta a los Argentinos, después de tres ajustes y de una batería implacable de medidas contra (precisamente) el trabajo y la educación, parece a primera vista una broma de mal gusto. Pero es mucho más que eso: es el fracaso estrepitoso de un camino alternativo a la ruta que se construyó (en lo económico) desde 1976 hasta hoy. El peor de los escenarios (el menos imaginable) desde el 10 de diciembre de 1999 se presenta con toda la fuerza. Aquella coalición que se ofrecía como superadora del "modelo menemista" no hizo otra cosa que dilapidar como un gastador compulsivo todo el capital político conseguido tras una década de desguace del Estado, aumento abrupto del desempleo, corrupción y frivolidad. La ley de flexibilización laboral, la reducción de salarios y los impuestazos fueron haciendo crecer el malhumor social por una cuestión de estricta y pulimentada lógica: la Alianza había roto el contrato social con sus votantes. La falta de liderazgo presidencial y la incapacidad comunicacional del gobierno quedaron amplificadas tras la renuncia de Carlos Chacho Alvarez, quien con su cruzada contra la corrupción en el Senado de la Nación le permitía mantener en alto la última bala de plata de que le quedaba al Ejecutivo: la transparencia. El portazo de Chacho fue, aunque muchos quisieron tapar el cielo con las manos, el prólogo de una historia cuyo final estaba cantado y que desembocó en este último viernes negro. El vicepresidente de la Nación renunció a su cargo denunciando complicidad de sus socios políticos con la corruptela política en la Cámara alta y acusando al jefe del Estado de no darle respaldo a su ofensiva, pero dejó a sus hombres en los cargos de gobierno haciendo malabares para tragar sapos sin solución de continuidad. El gesto de Alvarez fue perdiendo espesor, mientras el Frepaso observaba como se le escurría su mercado electoral progresista. "El que se tendría que haber ido del gobierno es el Frepaso y no solamente Chacho", reconocen tardíamente algunos compañeros de ruta del morocho de Balvanera. Con la voracidad de un pacman, el establishment, los mercados y los grupos altamente concentrados de la economía fueron enviando un mensaje cada vez más contundente. Si lo lograron con un presidente peronista, respaldado electoralmente por los sectores más castigados de la sociedad, que venía de prometer salariazos y revoluciones productivas, ¿cómo no lo iban a conseguir con un mandatario que no contaba, siquiera, con la confianza de su propio partido? Si hasta su círculo más áulico (léase su entorno familiar y sus influyentes amigos, comandados por Fernando de Santibañes) se cansaban de repetirle: "Tirá al Frepaso por la ventana". Finalmente, como Menem antes, De la Rúa entendió que la derecha no quiere que gobiernen "para" la derecha. Exige que se gobierne "con" la derecha. Las asunciones de Ricardo Mitre en la Secretaria General de la Presidencia, Marcos Makón en Desarrollo Social y Graciela Fernández Meijide tuvieron matices de patetismo. A Mitre le recortaron las atribuciones hasta dejarlo poco menos que con un par de sillones, Makón solamente recibió gestos irónicos cuando propuso un subsidio para jefes de hogar desocupados y Fernández Meijide pareció más que nunca una viuda del poder. Ahora, el jefe del Estado deberá preocuparse ya no en impedir que se fracture la alianza con el Frepaso, sino en evitar que sea el mismísimo partido radical el que lo enfrente sin contemplaciones. Para evitar esto, el ministro de Economía es, hoy por hoy, Ricardo López Murphy y no Domingo Cavallo, una especie de Hannibal para la simbología alfonsinista. Pero con López Murphy no alcanza. De la Rúa necesita, cuanto menos, la adhesión del cavallismo y de los partidos provinciales para que este paquetazo pueda sobrevivir a lo que se viene. Y lograr la adhesión de buena parte de la clase media, a la que el piso se le mueve cada día más. La Argentina recobrará en los próximos días su paisaje habitual: paros por doquier, movilizaciones, toma de facultades, cortes de ruta y la reinstalación de la mítica Carpa Blanca. La pregunta sobre si alguien quiere seguir con esto ya parece demasiado retórica, y la respuesta cantada. El "amplio" respaldo político que López Murphy exigía para hacerse cargo del timón no llegó ni llegará. La Alianza por la Justicia, el Trabajo y la Educación está enterrada junto a la Carta a los Argentinos. De la Rúa va en busca de otra alianza que le permita al gobierno sobrevivir al panorama que describen descarnadamente los flamantes funcionarios de Hacienda, muchos de los cuales se reivindican solamente como profesionales de la Economía sin visión política. En un contexto de desempleo creciente, pobreza, recesión y ausencia de redes sociales, ¿la economía no es algo demasiado importante como para dejarla solamente en manos de los economistas?
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