Año CXXXIV
 Nº 49.060
Rosario,
domingo  18 de
marzo de 2001
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El golpe de gracia
"Gran Hermano" o la era de los fisgones

Silvio Mario Valli

Lejos estaba George Orwell, el visionario novelista británico nacido como Eric Blair, allá por 1949, cuando escribió "1984", obra en la cual el gran hermano era el ente/sistema de vigilancia omnisciente y omnipresente de toda una sociedad, de que un día y en muchos lugares del planeta se convertiría en el reality show más famoso del Universo.
En la Argentina, "El gran hermano" ("Big Brother") concita una fenomenal audiencia convirtiendo a esta, paradójicamente, en un multitudinario gran hermano que observa cual ávido y morboso entomólogo el ir y venir durante 112 días de una docena de jóvenes encerrados en una casa, devenidos insectos de observación.
El fisgoneo, la escopofilia (skopos, mirar), el voyeurismo. el mal de Pipping Tom, etcétera, está implícito en el hombre (y en la mujer), si no que lo diga doña Tota que vigila y observa "qué hace y en qué se mete la chica del 17 ...de dónde saca pa' tanto como destaca". O qué es, si no, espiar la vida de los demás (y si es posible entre sus sábanas) en pasquines de venta masiva y programejos de rumores pseudo artísticos o políticos.
Jean Paul Sartre sentencia: "El infierno son los otros", señalando el límite de lo humano. El otro es ese oscuro objeto, mientras es parte de la construcción de nuestros sueños e ilusiones. De no ser así, en "El Gran Hermano" la votación del juego -exclutoria- es puesta al alcance de los televoyeuristas defraudados.
Mi Outsider personal que sigue con fruición la cotidianidad, obviamente montaje mediante para evitar cuidadosamente los estatológico o fisiológico de los participantes de "El gran hermano", para su contrariedad, aunque alentado por lo atrapante de la propuesta televisiva fisgona, me estremeció con lo siguiente: "Don Valli ¿qué le parece si le proponemos a Promofilm o a otras productoras de reality shows, hacer uno del Congreso Nacional?".
Allí hay contubernios, traiciones, omertá, zancadillas, discursos melodramáticos... ¡hasta llantos, competencia, comedia, tragedia y fundamentalmente, espíritu corporativo! ¡Se imagina qué rating!


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