Aunque los hechos en las fronteras de Kosovo con Macedonia y Serbia hayan llenado las páginas de los periódicos en las últimas semanas, el drama albanés -ahora encarnado en una ofensiva guerrillera contra las tropas serbias y macedonias- es mucho más antiguo y probablemente no se acabe todavía.
No es fácil contar el número de rivales y opresores que Albania tuvo que soportar a lo largo de su Historia: el Imperio Bizantino por cierto, pero también sus vecinos serbios, búlgaros, macedonios y griegos, los venecianos y los turcos, que islamizaron el país y lo dominaron durante seis siglos. En aras de conservar el equilibrio en la zona, los emperadores Habsburgo austríacos enemistaron a serbios y albaneses, aprovechando la creencia aún vigente entre los serbios de que sus vecinos albaneses son, por razones religiosas y culturales, continuadores de la dominación turca en Kosovo.
A partir del fin de la Primera Guerra Mundial la flamante República de Albania pasó a servir a Italia al tiempo que la corona fue ocupada por Ahmed Bey Zogu o Zog I, hasta que en abril de 1939 las tropas del Duce Benito Mussolini cruzaron el Adriático.
Sin Yalta ni electricidad
Luego de la derrota del Eje, en diciembre de 1945 Albania eligió como presidente al comunista Henver Hoxa, quien se perpetuó en el poder durante cuarenta años gracias a algunos tibios avances económicos y a la represión de cualquier foco de oposición. Albania fue el único país balcánico que no entró en las conversaciones de Yalta. En 1945 aún no tenía luz eléctrica. Su aislamiento y su relativa falta de importancia en el conflicto Oriente-Occidente pusieron a este país de la extensión del centroamericano El Salvador fuera de la historia, en un tiempo medido por generaciones y en el que los odios y las reyertas entre clanes pueden durar siglos. El odio histórico se traslada de padres a hijos en Albania.
Albania es el país más pobre de Europa, con un quince por ciento de la población por debajo del límite de pobreza. El setenta por ciento de los albaneses son musulmanes y se encuentran enfrentados al veinte por ciento que profesa el culto ortodoxo.
En marzo de 1997 un enorme fraude perpetrado por instituciones bancarias cercanas al gobierno dejó sin sus ahorros a un tercio de la población, lo que provocó una larga y dantesca anarquía. El presidente Sali Berisha se salvó del linchamiento huyendo a Italia. Un gobierno de reconciliación nacional presidido por el socialista Bashkim Fino, hasta hoy no pudo avanzar en la superación de los problemas estructurales del país.
En los hechos Albania está dividida entre las regiones controladas por el poder central, asociado con bandas mafiosas que controlan las principales empresas del Estado y lucran con la inmigración ilegal-suelen pagarse hasta seiscientos dólares por una entrada irregular a Italia-; un sector bajo control de las milicias del Comité de Salvación Nacional, que detenta el poder sobre trece de las principales ciudades, y muchas pequeñas aldeas "armadas para la autodefensa".