Año CXXXIV
 Nº 49.056
Rosario,
miércoles  14 de
marzo de 2001
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Opinión
Universidad y posgrado

Daniel Erbetta (*)

Inmersos en un mundo que asiste a profundos y permanentes cambios, en el que el desarrollo científico y tecnológico se ha convertido en la principal fuerza productiva, no se puede pasar por alto el papel y el significado de la universidad pública como una de las instancias más calificadas de la producción científica en el país.
En ese marco -y sin perjuicio de los cambios y correctivos que demanda la política de investigación y de formación de recursos a nivel nacional-, admitiendo que la excelencia científico-tecnológica es proporcionada en gran medida por la unidad de investigación y docencia que caracteriza a la universidad moderna, los estudios de posgrado constituyen en la actualidad una fuente inagotable de preparación de recursos humanos de alta calificación porque ellos ofrecen un entrenamiento en la investigación y la docencia (con las maestrías y los doctorados) y una formación para el ejercicio profesional (con las especializaciones y maestrías profesionales).
De esta forma el posgrado ha pasado a convertirse en una preferencial referencia y en punto de articulación entre enseñanza e investigación dada la estrecha vinculación que debe existir entre formación de posgrado, formación de investigadores y preparación profesional.
Y aun cuando no viene al caso relacionar ahora la historia de los posgrados en nuestro país, con la restauración de la democracia se abre una nueva etapa en la organización de las carreras de posgrado, mediante la cual la educación superior pretende salir de un retraso histórico evidente tanto en relación con Europa o Estados Unidos como con algunos países de América latina. No obstante los avances obtenidos en los inicios de aquella etapa, el aumento explosivo de la formación de posgrado tuvo lugar entre 1992 y 1999. Según un informe del Ministerio de Cultura y Educación de la Nación se contabilizaba unos 32.000 estudiantes de nivel cuaternario en 1999, sin contar los argentinos que realizaban estudios de maestrías y doctorados en el extranjero (La Nación, suplemento Universidades y Posgrado, 1/8/1999).
Podría sostenerse que este crecimiento acelerado y heterógeno del posgrado en el país se ha visto vinculado a diversas causas: aumento de graduados que demandan más y mejor formación para fortalecer su desarrollo profesional y sus posibilidades de inserción laboral; exigencias del mercado (incluidos diversos ámbitos institucionales públicos); demandas derivadas de la implementación gradual de la carrera docente y consecuente necesidad de ascenso académico; nuevas posibilidades abiertas a partir del desarrollo de políticas de posgrado antes inexistentes; avances registrados en los últimos años en los vínculos entre la universidad y la empresa (que supera un claro aislamiento de las altas aasas de estudios con la esfera de la producción). En cualquier caso, a las causas relacionadas, debe sumarse que la creación de ciertos programas en áreas competitivas se ha convertido en un negocio rentable para algunas instituciones.

Alta competitividad
Asimismo, es probable que la proliferación del posgrado pueda vincularse tanto a la alta competitividad que ha generado el desarrollo científico y tecnológico como a cierta disminución de la calidad del grado. En última instancia la crisis del sistema de educación superior o, cuanto menos, ciertos efectos negativos se centralizan preferentemente en la calidad de la educación. Apuntando a este problema, la evaluación institucional es ya un elemento incorporado en la vida universitaria, evaluación que ha comenzado a organizar la Coneau (Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria), tras los procesos de autoevaluación que realizan las propias universidades y que actualmente se encuentra en pleno desarrollo en el ámbito de la Universidad Nacional de Rosario.
En cualquier caso cabe destacar que a pesar de la fuerte tendencia a la mercantilización del conocimiento por parte de algunas universidades que no asocian la investigación con el posgrado, la universidad pública argentina en general, con todas sus dificultades presupuestarias, continúa siendo el ámbito principal de la investigación científica y la enseñanza de posgrado. Así, la referida expansión del posgrado ha elevado la cifra a más de 1.300 carreras entre las universidades de todo el país, pero la mayoría de esos programas son ofrecidos por la universidad pública que concentra el 80% del total de los alumnos.
La acreditación de esas carreras le corresponde a la Coneau, organismo creado para tales fines por la ley de educación superior Nº 24.521 de 1995. Conforme a los propios datos que ha suminstrado la Coneau se presentaron para la acreditación 1.072 carreras de posgrado (518 especializaciones, 383 maestrías y 171 doctorados), de los cuales se encuentran acreditadas 720 carreras. El 30% restante no ha superado la acreditación, está pendiente de evaluación o en proceso de reconsideración.

Sistema no consolidado
Sin desvalorizar los logros obtenidos, y a pesar de los patrones y estándares fijados por los procesos de acreditación, no se ha consolidado todavía un sistema de posgrado a nivel nacional que dé cuenta de los criterios de excelencia reconocidos internacionalmente. No contribuyen sin duda en el mejoramiento de la calidad de los posgrados determinadas ofertas procedentes de instituciones que descuidan la formación de recursos humanos altamente calificados para las actividades de docencia e investigación.
Como ha acontecido en casi todo el país, la Universidad Nacional de Rosario ha multiplicado las ofertas de posgrado, contando en la actualidad con un total de 81 carreras (doctorados, maestrías y especializaciones), de las cuales 34 ya tienen acreditación y/o categorización por parte de la Coneau y 53 se encuentran con solicitud de acreditación. Asimismo existen ocho proyectos nuevos que serán implementadas en el curso de este año. En esta dirección, y junto a las sólidas ofertas que evidencian el esfuerzo y compromiso de las escuelas o departamentos de graduados y profesores de cada facultad, nuestra universidad ha organizado un programa interuniversitario con la Universidad de Buenos Aires, la Universidad Nacional del Litoral y la Universidad Nacional de Entre Ríos, que ha implementado una carrera de especialización y de maestría en Política y Gestión de la Educación Superior, con la finalidad de capacitar sistemáticamente a las actuales y potenciales cuadros directivos y miembros de cuerpos colegiados. Estas carreras han sido radicadas en el Centro de Estudios Interdisciplinarios de la Universidad Nacional de Rosario, las que junto a la maestría en Salud Pública, la maestría en Integración y Cooperación Internacional, la maestría en Sistemas Ambientales Humanos y la maestría en Desarrollo Económico Local, han contribuido al afinzamiento de la interdisciplinariedad.
Mediante una normativa adecuada se ha buscado, entonces, favorecer el cuarto nivel, y en la hora actual se ha logrado una creciente expansión de las carreras de posgrado y una apreciable cantidad de alumnos cursantes. Pero podríamos decir que varios son los desafíos que quedan por delante y que nuestra universidad ya ha comenzado a asumir como un compromiso de excelencia y de pertinencia. Entre ellos: a) consolidar un sistema de posgrado en el marco de su estructura académica para fortalecer la excelencia y forjar una homogénea tradición en este nivel, discutiendo y definiendo una correcta articulación entre el sistema de posgrado y el sistema de ciencia y tecnología como eje de una política de formación de recursos humanos de alta calificación; b) destinar aún mayores esfuerzos académicos y apoyos institucionales y continuar incrementando los ya existentes niveles de articulación con el campo internacional (insistiendo en una mayor integración de la institución universitaria en el proceso de expansión de una cultura científico-teconológica que se desenvuelve en este nivel); c) y, especialmente, incrementar los niveles de relación con la sociedad, reforzando la conexión de la actividad científica con el sector productivo (tanto público como privado) y en el ámbito de las ciencias sociales procurando una mayor identificación de los problemas que son prioritarios para una estrategia de desarrolo social y elevando la capacidad de intervención en las políticas sociales. Claro que, en este punto, conviene aclarar que el rumbo de la investigación y el desarrollo de las diversas líneas de posgrado no pueden estar orientadas sólo por los intereses del mercado. De allí que sea indispensable la elaboración de políticas universitarias capaces de enfrentar la complejidad de los problemas actuales, reparando en el uso social de la ciencia y en el desarrollo integral de nuestras sociedades.

Dificultades
Las dificultades no son pocas. Los docentes de la Universidad Nacional de Rosario pueden dar testimonio de las mismas. La escasez de los recursos materiales ha sido suplantada muchas veces por el esfuerzo y la tenacidad de los docentes e investigadores formados que con gran empeño han hecho posible el desarrollo de los posgrados.
Más allá de estas y de otras complicaciones, el posgrado se ha instalado en nuestra universidad, ocupando un lugar privilegiado en la formación académica. Si estamos educando para el futuro es evidente que tenemos una deuda pendiente con la sociedad y es la de hacer una universidad más abierta a las necesidades de transformación integral de nuestra comunidad. Es allí donde hay que ubicar y emprender un debate urgente para rediscutir el rol de la universidad en la hora actual.
(*) Secretario general UNR
Evaluador Coneau área Derecho


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