| | cartas Noche de tango y de bandoneón
| Sábado a la noche, mi esposa y yo aterrizamos en un club donde ofrecían cena, tango y música de moda, al aire libre. Un señor extremadamente tostado levantó una mesa con energía y la trasladó donde estábamos. Cómodamente instalados, se nos acercó y mirándome a los ojos me preguntó: ¿están bien atendidos? Transcurría la noche, el órgano sonaba lindo. El cantante desgranaba los temas del momento. El señor que levantaba las mesas y las trasladaba, recorriendo el recinto, como siendo amigo de todo el mundo, tomó su bandoneón. Los bailarines, clientes del lugar, verdaderos artistas. ¡Qué cortes y quebradas se mandaron! Nos ganamos dos entradas para el sábado siguiente. Aunque el lugar se lo merecía, concurrí porque entraba gratis. El Toto da comienzo a su show, agradeciendo la presencia de colegas del dos por cuatro. Su espectáculo se apoya en acompañar un cantor por noche, no buscando demasiado su lucimiento personal. El intérprete en el medio del salón, atrás un excelente organista y entre los dos, este músico que interpreta su instrumento hace cincuenta años. ¡Qué sentimiento ponía y que atento estaba de lo que realizaban sus dos compañeros! En mi fantasía imaginaba que quería decir; "vengan a verme, aquí estoy yo, toco el bandoneón porque lo llevo en el alma". Un ciudadano de barrio quiere brindarle su relato al bandoneonista Toto Balaguer (con T de tango y B de bandoneón), un artista local de verdad. José Andrés Fernández
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