Veinte artistas rosarinos demuestran la vigencia de la pintura en la actualidad

Una muestra en el Museo Castagnino pone en evidencia distintas propuestas pictóricas contemporáneas

Marcela Romer (*)

La muestra "20 pintores rosarinos contemporáneos" en el Museo Castagnino permite analizar la vigencia y la diversidad de la producción pictórica. La evidencia surge de la convocatoria realizada a Rosa Aragone, Clelia Barroso, Silvina Buffone, Luchi Collaud, Eduardo Contissa, Rubén de la Colina, Rodolfo Elizalde, Aurelio García, Daniel García, Carlos Gatti, Emilio Ghilioni, Raúl Gómez, Angeles González Zuelgaray, José Omar Henry, Rodolfo Perassi, Eduardo Piccione, Elba Nalda Querol, Jorge Rasia, Eduardo Serón y Fernando Traverso.
En realidad, mucho se ha hablado de la supuesta muerte de la pintura y de los sospechosos de asesinarla. Ya a principios del siglo XX, Marcel Duchamp se preocupaba por el cuestionamiento del concepto de arte; su "Fuente" (un mingitorio) representaba un símbolo controvertido de la producción artística y pictórica de esos momentos. Sin embargo, la pintura se seguía produciendo, con una gran calidad y a gran escala.
La relación existente entre la presentación de la idea y la producción artística en sí es una antigua problemática. La conceptualización, en este caso de la pintura, de sus aspectos formales e individuales, es la base de los cuestionamientos del pintor. La pintura genera una tensa relación entre sujeto/pintor y su contexto. Qué decir y cómo decirlo es la cuestión.
Más avanzado el siglo, específicamente en la segunda mitad, los múltiples cuestionamientos hacia la pintura no habían acabado. A pesar del auge del informalismo en Europa y del expresionismo abstracto en EEUU, la pintura, en sus aspectos tradicionales, seguía en discusión. Entre los elementos, el soporte y la forma de ejecución eran los más atacados. En los años anteriores a todos los cambios que traería aparejada la década del 60 algunos artistas estaban convencidos de que la pintura no los satisfacía como medio idóneo para expresar sus posiciones frente al arte.
En 1962, Alberto Greco se paseaba por un museo de París convertido en un "hombre sandwich", autodenominándose obra de arte. Todo un símbolo: la década del 60 sería fuertemente cuestionadora del espacio real de pertenencia del artista en el mundo del arte. Su lugar y los medios o lenguajes que éste elegiría para exponer su acontecer criticarían las formas tradicionales de hacer arte hasta límites insospechados.
Los 70 representaron la maduración del proceso pero, a pesar de ello, la pintura iba a ganar otra batalla: los 80 se presentaron como una vuelta a los pinceles. La influencia de la Transvanguardia italiana en Argentina favoreció una gran producción pictórica, que prácticamente borró la pregunta sobre la muerte de la pintura. Sin embargo, en los 90, a partir de las posturas neoconceptualistas, volvieron los cuestionamientos.
Rosario no estuvo al margen del proceso. La ciudad posee una importante tradición pictórica, desde movimientos como la Mutualidad en los 30, con figuras como Antonio Berni, Juan Grela y Leónidas Gambartes, hasta el grupo Litoral, en los 50, con Carlos Uriarte, Hugo Ottmann, Oscar Herrero Miranda, y los mismos Grela y Gambartes, entre otros, y otras figuras igualmente importantísimas como Manuel Musto, Augusto Schiavoni, Julio Vanzo o Luis Ouvrard. Estos artistas harían escuela y por años serían los referentes hasta para los cuestionamientos.
Pero actualmente, la pregunta sobre la posible muerte de la pintura parece una inocentada y hasta varios de los que en los 60 la cuestionaban, hoy la eligen, convencidos de que es la mejor opción para sus propuestas.
(*) Curadora de la exposición "20 pintores rosarinos contemporáneos"

González Zuelgaray es uno de los convocados para la muestra.