Arroyo Seco. - Los alumnos del Plan Municipal de Natación para Chicos Especiales demostraron ayer, otra vez, que no tienen límites, al vencer por cuarto año consecutivo las aguas del Paraná. Seis nadadores cumplieron la meta de unir Rosario con Arroyo Seco, relevándose cada veinte minutos, en un trayecto cubierto en menos de cinco horas. En tanto, los 16 restantes cubrieron diversos trayectos de acuerdo con sus posibilidades. Todo para que la tarde del Rowing Club se transformara en una fiesta inolvidable y por demás de emotiva.
La de ayer era una experiencia clave para demostrar que, con esfuerzo y constancia, la palabra discapacidad puede llegar a perder todo su sentido. No fue fácil. El río demostró que no discrimina y se presentó picado, y las diversas discapacidades mentales y motrices de los nadadores pasaron a segundo plano, ya que el obstáculo a vencer eran las olas y un viento del sur que no pudo arruinar la jornada.
A las 10 de la mañana, mientras a las lanchas de apoyo se les hacía difícil la navegación, Sergio Di Paolo, Sergio Silva, Miguel Herrera, Leonel Rico, Pamela Báez y Erica Censi pudieron finalmente tirarse al agua en la Estación Fluvial de Rosario, poner proa hacia Arroyo Seco y convertir en triunfo el esfuerzo de un año. Mientras tanto, los nadadores más nuevos cubrían trayectos de cinco, dos y un kilómetro en la costa arroyense.
Eufórica espera
En el club, una mezcla de nervios y euforia flotaba en el ambiente, con los padres ansiosos que esperaban a los chicos. Algunos sabían de qué se trataba: confirmar que sus hijos podían progresar cada año. Otros, debutantes, no podían creer ese regalo de la vida, al verlos salir del río y no tenían más que otro río -de lágrimas- para ofrecerles junto con la toalla y los besos.
"Este año tuve una experiencia muy especial. Quise entrenarme junto con mi hija para acompañarla, pero no pude. Ella me demostró que tiene limitaciones y dificultades, pero no puedo decir que sea discapacitada", dijo Adriana sobre su hija Virginia. Ella es autista y encontró en el agua un lugar desde donde se puede desarrollar mejor en la vida. Y, tal vez sin entenderlo demasiado, hacer muy feliz a su familia.
"Me gusta nadar y cantar, y también estudio italiano", contaba Jesús a La Capital luego de bajarse del escenario. Junto con su primo músico, se dedicó a matizar la espera cantando zambas para las 300 personas que acudieron a la fiesta. "Espero ganar el trofeo", dijo con la humildad de los grandes deportistas, luego de haberse ganado merecidos aplausos como cantor. Minutos más tarde, este cronista pudo escuchar una confesión privada ante un familiar: "Pude caminar, puedo nadar, puedo cantar. El año que viene voy a poder venir nadando desde Rosario, no me importa si tardo un montón". Jesús tiene parálisis cerebral y su vida es una exitosa combinación de esperanza y sacrificio; tan envidiable como su emocionante talento.
Las pruebas se fueron cumpliendo mientras las noticias de los maratonistas hacían palpitar un final emocionante. "Están a la altura de Alvear", se escuchó primero. "Ya pasaron por el arroyo", dijeron después.
Y llegaron, empujados por una marea de aplausos y llantos. Sabían, mejor que nadie, de lo difícil que había sido nadar treinta kilómetros a favor de la corriente pero en contra del viento. Recibieron sus premios, premiaron a sus profesores, posaron para las cámaras y al final bailaron.
A esa hora, las nubes eran historia. El Paraná no pudo con ellos, el sol con todo su esplendor les dio la bienvenida que merecían. Cómo llamar discapacitados a estos chicos que, con tal de imponerse todos los días a una vida que se les presentó difícil desde la cuna, pueden hacer que salga el sol.