¿Alguna vez necesitó entrar a un baño público rosarino? Si la respuesta es "no", aún está a tiempo de vivir una desafiante aventura. La Capital relevó una docena de ellos y comprobó que la mayoría padece falta de higiene: inodoros sucios, cestos repletos de desperdicios y olor nauseabundo son la constante. Y el 90 por ciento cumple con algo que está en el folclore de estos baños: no tener papel higiénico. Y ni hablar de jabón y toallitas, dos objetos prácticamente en extinción.
Ahora bien, al momento de colocar puntaje no todos salieron aplazados: los de la Terminal de Omnibus (en los que se pide a los usuarios una colaboración económica) y los de la Estación Fluvial pasan la prueba dignamente. Pero no se puede decir lo mismo de los del Palacio Municipal o los del parque Alem: esos son los peores.
Los baños puestos bajo la lupa fueron los de la plaza Sarmiento, el Centro Cultural Bernardino Rivadavia, el Palacio Municipal, el Monumento a la Bandera, el Ente Turístico Rosario (Etur), la Estación Fluvial, la Terminal de Omnibus, la Rambla Catalunya y los de los parques Urquiza, Independencia y Alem. En el parque de España directamente no se pudo hacer el relevamiento: no hay un sólo baño público a lo largo y ancho del extenso espacio verde, y si no fuera por el bar Aux deux Magots, que a veces presta sus instalaciones, no habría dónde ir.
Cerca de este parque, en Belgrano y Buenos Aires, funciona el Ente Turístico Rosario (Etur). Un empleado aseguró que si un turista pide el baño, que está limpio y bien equipado por ser el que usa el personal, se presta la llave. "Pero como los fines de semana son muchos los que lo requieren -aclaró- le decimos a la gente que vaya al bar (Veracruz) o bien al Monumento". El problema es si el bar pone el letrero de "exclusivo para clientes". Ante esa posibilidad, no queda más remedio que cruzar la calle en pos de visitar las instalaciones sanitarias del Monumento.
Ubicados sobre calle Santa Fe, donde realizan su guardia los gendarmes, están los baños: medianamente limpios, pero totalmente pelados (sin papel higiénico, toalla ni jabón).
En caso de que la emergencia sea irrefrenable, queda una buena opción: ir a los de la Fluvial, que cuentan con todos los adminículos para la higiene y exponen modernas expendedoras de profilácticos y perfumes.
En la misma zona, y sobre todo para los amantes del aerobismo, se encuentran disponibles los baños del único bar que hoy por hoy funciona en el parque Urquiza. "Disponibles de 8 a 24", rezan los carteles que penden de sus puertas. Están aseados, pero los aparatitos para el papel, el jabón y las toallas están vacíos.
Sin lujos palaciegos
Los sanitarios del Palacio Municipal merecen un capítulo aparte. A pesar de que están prácticamente escondidos en la planta baja del edificio, se encuentran por el olor que emanan. Rudimentarios, carentes de todo objeto de higiene y sucios, no sólo son usados por los empleados municipales, sino también por transeúntes ocasionales y por las mujeres y niños que piden limosna en la Catedral.
También en el microcentro, el Centro Cultural Bernardino Rivadavia ofrece tres baños limpios: para hombres, mujeres y lisiados. Si bien nadie puso reparos en ofrecer las llaves, desde el bar ubicado en la plaza Montenegro (Vittorio) se quejaron: "La gente nos pide el baño a nosotros porque en el Centro Cultural la niegan más de lo habitual".
Muy cerca de allí están los de la plaza Sarmiento. Usados por cientos de personas que llegan desde las localidades vecinas y elegidos por muchas parejas masculinas para sus encuentros íntimos, lucen un estado deplorable.
Dos inodoros, una pileta, y en el de los varones los tradicionales mingitorios son todo el capital de dos pequeños habitáculos que hacen las veces de baños. La limpieza brilla por su ausencia y en el piso hay infaltables charcos de agua. "Vengo a Rosario a estudiar todos los días y a veces necesito usarlos. Pero son un asco", indicó categórico Andrés, de 24 años y oriundo de Pérez.
Los del subsuelo del parque Independencia -en Oroño y Pellegrini- también son un lugar de fugaces encuentros. Más amplios y algo más limpios que los anteriores, no ofrecen sin embargo más que los simples sanitarios.
"Hago malabares para que la gente deje una colaboración. Encima te roban el jabón y dejan todo sucio" se quejó una de las dos mujeres que limpia diariamente el baño femenino de la Terminal de Omnibus y que cobra como único sueldo las propinas de la gente. En ese sitio, donde se respira olor a perfumina, el papel y el jabón se ofrece a contrareembolso de "una colaboración".
En la zona norte la cuestión no mejora en lo más mínimo. Al entrar en los baños del parque Alem (del lado del arroyo Ludueña) cualquiera se da cuenta que las tradicionales enseñanzas paternas hacen agua. Porque, ¿quién no advirtió alguna vez a su hijo de no apoyarse en la tabla de un inodoro público? Sin embargo, aquí, donde sólo se encuentran sucias letrinas (conocidas también como baños a la turca), el mensaje es totalmente innecesario.
A ese panorama se suman rudimentarias piletas, y sobre ellas, un hoyo en la pared se abre como una ventana indiscreta desde el baño de mujeres al de varones.
En el Centro Cultural del Alem señalaron que la gente prefiere pedir el baño de sus instalaciones, y que ellos consienten el pedido ya que "los sanitarios del parque son tierra de nadie".
Sobre la Rambla Catalunya, a cada lado del bar Mordisco, los baños de la playa también dan pena.
Si para muestra basta un botón, como dice el dicho popular, no cabe duda que este paneo sanitario es suficiente para darse cuenta que es mejor estar lejos de Rosario ante una irrefrenable necesidad fisiológica.