Sergio Roulier
"Ir al barrio Parque Casado es como llegar al Triángulo de las Bermudas, sabés que entrás pero no sabés si salís", comentó un remisero. El diseño laberíntico de sus calles y diagonales, con curvas y medialunas que terminan en la plaza principal, hace más difícil la aventura de encontrar una dirección postal. Así, muchos taxistas se perdieron, hubo automovilistas que no llegaron a destino, o ni siquiera encontraron la calle que buscaban. Las arterias tienen nombres desconocidos, algunas llevan los de ciudades europeas (Berlín, Dublin, Londres), y encima su diseño urbano es único en Rosario, copia de la traza de un barrio de París o una versión local del Parque Chas porteño. Carlos Casado está escondido detrás de Ovidio Lagos y entre las trazas ferroviarias del ex Mitre y el Belgrano. Es más, su corazón está encerrado por las grandes avenidas (Francia, Seguí, 27 de Febrero y Lagos). Hace mérito a su denominación ya que se trata de un verdadero parque con frentes de viviendas muy cuidados, calles limpias, veredas amplias y con arboleda, y una plaza principal donde los chicos juegan o andan en bicicleta a toda hora. Los vecinos forjaron el destino del lugar. Primero con la llegada de los servicios y después con la apertura de Francia. Con los años, la zona fue mejorando en su infraestructura y en cuanto a la calidad de vida de su gente. El sector más humilde, que está sobre la antigua traza ferroviaria, tuvo su proceso de urbanización y hoy hay viviendas, una al lado de otra. El barrio lleva el nombre de quien fuera el fundador del ex banco provincial, don Carlos Casado del Alisal. Su traza fue diseñada por Jeau Loahu, quien tomó como referencia a un barrio de París, por pedido de los dueños de los terrenos, herederos de don Carlos. Se lotearon las quintas y se vendieron los terrenos a los obreros de Acíndar, el Swift y las fábricas ubicadas sobre Lagos. La vecinal General Martín de Güemes fue la institución que nucleó a los vecinos para conseguir los servicios elementales. Vinieron la luz, el agua, las cloacas, los desagües, el gas, el pavimento y la apertura de calles. La apuesta actual es un centro de salud de tres pisos que se está construyendo con los aportes de la gente y subsidios oficiales y privados. Quizás el poder adquisitivo de los habitantes lo hizo todo menos difícil. Se trata de una población de empleados y profesionales, que sueña con la identidad residencial de barrio Cura y sabe de las carencias de sus vecinos del Fonavi de Lagos y Rueda o de barrio Alvear. En Parque Casado hay una diferencia social muy marcada con los que ocupan la franja que está entre Vera Mujica y Francia. Allí habitan changarines y desempleados, muchos de los cuales se la rebuscan con los lavaderos de autos sobre el bulevar. La distancia con el resto de los vecinos se nota, pero la relación es buena, según se comenta. La vida no tiene demasiados sobresaltos, es muy tranquila y con pocos ruidos. "Se logró que los colectivos pasen por las avenidas y no entren al barrio para no romper con ese clima", reconoció Miguel Santamaría, presidente de la vecinal. Oscar Barletta, otro vecino, hace poco que vive en el lugar, pero se halla tan cómodo y tranquilo como sus hijos que juegan en la calle, salen a divertirse y tienen su barra de amigos en el mismo barrio. Dice que todavía sobreviven al anonimato urbano de pocas cuadras más cerca del centro, más allá de que no haya escuelas, ni clubes de moda, centros de entretenimientos o grandes comercios. Los desafíos barriales pasan por no perder su perfil, renovar las construcciones y aspirar a un status más residencial, que se manifiesta en el deseo íntimo de sus habitantes.
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