Año CXXXIV
 Nº 49.046
Rosario,
domingo  04 de
marzo de 2001
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El padre Joaquín cumple 45 años al servicio de la Orden Franciscana
Núñez: "Si la Iglesia quiere seguir teniendo vida, debe caminar junto a los pobres"
Estuvo en las Ligas Agrarias, conoció la cárcel y vive en Villa Banana desde hace 15 años. Critica a la cúpula eclesiástica

Gabriela Zinna

Joaquín Núñez no había cumplido todavía los 17 años cuando llegó al Convento de San Lorenzo un 27 de febrero de 1956, a las 2 de la madrugada. Había dejado atrás su pueblo natal, la Misión de San Francisco de Laishi, en la provincia de Misiones. Ese día adscribió completamente a la orden de los franciscanos y el martes pasado cumplió 45 años al servicio de esa congregación. En 1997, el Concejo Municipal lo distinguió como ciudadano ilustre de Rosario. Desde hace unos 15 años vive y trabaja en Villa Banana. "Mi compromiso es con los desposeídos", afirma el cura, cuya vestimenta y forma de vida no son las que reinan en la cúpula eclesiástica.
-¿Cuándo se sumó a la orden de los franciscanos?
-Hice la escuela primaria en la antigua misión franciscana de Laishi. Después me entusiasmé y quise ingresar a la orden. Llegué al convento de San Lorenzo el 27 de febrero del 56, a las 2 de la mañana. Ahí completé parte de mis estudios secundarios y eclesiásticos. También seguí las carreras de magisterio y profesorados en pedagogía y filosofía.
-¿Siempre trabajó en esta zona?
-No, tuve distintos destinos. Estuve en Buenos Aires, San Lorenzo, Corrientes y en Quitilipi, Chaco. Allí, en los 69 ó 70, surgió un movimiento grande del campesinado del norte que se llamó Ligas Agrarias. Eran grupos de jóvenes católicos, campesinos y pequeños agricultores. En ese proceso se comprometió bastante la Iglesia en general, pero luego los obispos se asustaron. Entre estos últimos estaba monseñor Italo Distéfano, que era el famoso "obispo del algodón" que acompañaba el movimiento del campesinado. Se tocaban los intereses de poderosos y esa fue una de las causas por la que muchos curas fuimos presos y otros murieron.
-¿Cuándo ocurrió eso?
-La experiencia piloto comenzó en el 74, luego la aplicaron en toda la Nación. Comenzó antes de la dictadura militar, cuando empezó a tomar fuerza la Triple A. Muchos de los que pudieron salir estuvieron escondidos en los montes para no ser eliminados por la represión militar.
-¿Cómo llegó a Rosario?
Cuando salí de la prisión de La Plata, el 5 de mayo del 79, vine para acá, por una cuestión de seguridad. Nadie me conocía. Monseñor (Guillermo) Bolatti me recibió a regañadientes, porque Distéfano le había mandado una nota diciendo que tuviera mucho cuidado con Núñez.
-¿Por qué empezó a trabajar para defender a los sectores más carenciados?
-Es un compromiso social y cristiano, por el que uno va aprendiendo. Los acontecimientos me fueron llevando a esta lucha. Por eso tengo un compromiso a fondo con los pobres. Eso lo entendí en Corrientes. Cuando estuve allá era muy joven y recién comenzaba. Hacía un año y medio que me había recibido de cura. Después pasé al Chaco y trabajé en toda esa organización popular. Además, soy de una familia chaqueña pobre. Conozco lo que es ser cosechero o carpidor. Papá tenía una tierrita para cultivar, pero la trabajábamos nosotros, de sol a sol. Ibamos a la escuela y cuando volvíamos nos estaba esperando el arado para trabajar. Eso enseña mucho.
-Pero no todos los curas toman un compromiso similar con los más pobres...
-No. Se dio un fenómeno importante después del Concilio Vaticano II, que dio un sacudón a la Iglesia. También hubo jornadas de reunión de obispos de Latinoamérica en Medellín, donde se defendió el trabajo popular y la devoción de la Iglesia por los pobres. No éramos muchos los que nos sumábamos a esas posturas. Quizás lo proclamábamos, pero sumarnos no era tan sencillo, porque pertenecemos a una sociedad liberal capitalista y la Iglesia como estructura está al servicio de esa sociedad.
-¿Tuvo contactos con los curas tercermundistas?
-Los curas de ese movimiento estaban justamente con el compromiso del sector popular. Yo tuve contacto con ellos, por ejemplo con Carlos Mujica, a quien mataron en mayo del 74.
-¿Cuál es la crítica más grande que le hace a la Iglesia?
-El haber abandonado totalmente al sector de los pobres, que es el que le corresponde por origen, por fundación y por el proyecto que asumió, que es el de Jesucristo. Abandono total. Como lo percibimos acá está en todas partes. Entonces la Iglesia está en una clase alta, en una clase más o menos acomodada. Esta bien, también prestará servicio a sus necesidades de fe, pero abandonó a los pobres. Por eso la Iglesia se va atomizando cada vez más, porque es una sociedad menor dentro de este sistema globalizante. Si las congregaciones quieren seguir teniendo vida y permanecer, tienen que seguir con los pobres, caminar junto con ellos; si no, van muertas. Eso lo hizo la hermana Teresa de Calcuta. ¿Por qué movió al mundo, cuando sólo se dedicó a mover muertos de la calle? Porque estaba totalmente dedicada a los pobres. Los dictadores iban a ella, porque se metió a trabajar con los "sin poder" y desde allí, desde los pobres, los excluidos, fue haciendo un poder, y por eso los poderosos negociaban con ella.
-¿Cree que aquí puede pasar algo como en la India?
-Sí, pero insisto, la Iglesia debe comprometerse con los pobres.



"Seguir a los pobres fue el proyecto de Jesucristo".
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