Las estadísticas mundiales respecto a los llamados "trastornos de aprendizaje" dan cuenta de que entre un 7 a un 10% de la población escolar presenta alguna dificultad específica para aprender. ¿Pero aprender qué cosa? ¿Son todos los aprendizajes iguales?
En realidad la denominación de "trastornos de aprendizaje" abarca una amplia gama de problemáticas relacionadas con el proceso de los aprendizajes áulicos, justamente porque es en el ámbito escolar donde se ponen de manifiesto. Los factores condicionantes de su aparición son múltiples y variados, pero pueden agruparse, a los fines prácticos, en dos grandes grupos: los generados por problemas psicológicos, ya sea a partir de una problemática familiar, social o pedagógica; y los que obedecen a trastornos funcionales del sistema nervioso central y son pasibles de superación a partir de una terapéutica adecuada lo más temprana posible.
¿Qué tan temprano debe ser el tratamiento? ¿Cuándo es conveniente hacer una consulta especializada? ¿Se debe esperar a que los niños "maduren" cual fruto promisorio? ¿Deben aceptarse las estadísticas de manera pasiva y actuar cuando el problema ya está instalado? ¿Se cuenta con herramientas capaces de poder determinar si un niño tiene posibilidades de desarrollar alguna patología? ¿Se puede prevenir?
Quienes jerarquizan el concepto de salud por sobre el de enfermedad, entendiendo a aquélla como el estado pleno de bienestar biopsicosocial, intensifican su accionar en la atención primaria de la salud (APS) como estrategia para lograr disminuir los factores de riesgo de las diferentes patologías.
Merced al desarrollo de la neuropsicología, disciplina científica que estudia la relación entre los procesos congnitivos humanos y sus bases neurofisiológicas, es factible determinar (en edades tempranas, 4 ó 5 años, e incluso antes), con un alto índice de confiabilidad, la posibilidad cierta de ser portador de un trastorno de aprendizaje pedagógico.
Si nuestro objetivo es poder ayudar a un niño en una etapa de su desarrollo no lo podríamos lograr sin saber qué tiene y por qué.
Para ello, hoy contamos con una de las herramientas más eficaces, adaptada, desarrollada y aprobada en nuestro medio desde hace más de 20 años cual es el protocolo de investigación neuropsicológica.
La instrumentación del mismo demanda una duración de cuatro a cinco horas fraccionadas acorde con las particularidades de cada caso.
Con posterioridad a ello se cuenta con un panorama lo suficientemente amplio y completo acerca del tratamiento a realizar o no.
Cómo informar
En este momento terapéutico, cuando devolvemos la información a los padres respecto a la investigación diagnóstica, es que debemos extremar los cuidados en el modo y la forma de brindarla.
Si bien los profesionales de la salud utilizamos un lenguaje técnico propio de cada disciplina y es correcto que así sea, no podemos utilizar los mismos términos que resultan extraños, confusos y atemorizantes para el no entrenado.
No considerar estos aspectos provoca la rotulación de los niños, con el consiguiente perjuicio para la salud mental de ellos y su entorno. Resultan habituales las expresiones "mi hijo es ADD", "mi alumno es afásico", o "el hiperkinético de 1º", etcétera, en las cuales el niño deja de ser un chico que está atravesando un problema, para transformarse en un "objeto" diferente y amenazante. Por ello no es azaroso que con posterioridad a una evaluación diagnóstica se solicite por parte de los padres "no informar" lo realizado a las instituciones escolares a las que concurren los niños, dado que temen ser discriminados, ser mirados desde un lugar de exclusión y no de inclusión.
Por tal motivo tenemos la obligación de bregar por la promoción y difusión de los abordajes o tratamientos interdisciplinarios de los trastornos en el aprendizaje escolar, en los cuales los padres y los docentes juntos con los terapeutas son parte activa e insustituible de los mismos y por supuesto, aunque no tan supuesto, los mismos niños.
Ellos no son entes a los que se los pueda llevar de tour terapéutico por los consultorios de las más diversas disciplinas y someterlos a cuanto estudio hubiere en busca de soluciones mágicas. Ellos tienen derecho a saber qué está ocurriendo. Tienen derecho a saber que no son diferentes, sino distintos en su manera de aprender y que por ello tienen derecho a recibir una educación con un estilo distinto, que los contenga y ayude a descubrir y enfrentar sus dificultades para poder así andar el camino que los hará libres.
Si bien esta conceptualización resulta compleja para ser entendida por los niños, no les es complejo entender que "hace mucho tiempo existía un niñito al que le costaba mucho aprender porque se les mezclaban las letras y no podía permanecer mucho tiempo estudiando y además se aburría sobremanera en la escuela... De alguna forma, no sabemos bien cuál, él descubrió otros estilos para aprender y después de mucho pensar e imaginar, inventó cosas maravillosas". Es ese el pelilargo que te saca la lengua desde el cuadro, ese con cara de "loquillo", ese que se llamaba Albert Einstein.
Debemos comprender que conocer es prevenir, y que nunca es triste la verdad... y menos cuando tiene remedio.
Rut Debiasi \Licenciada en educación \Susana Brusa \Psicóloga