Año CXXXIV
 Nº 49.042
Rosario,
miércoles  28 de
febrero de 2001
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Una visión en la noticia
Vísperas y política ficción

Luis A. Etcheverry

Más allá de que se procuren bajar expectativas, más allá de que de fuentes inobjetables hayan surgido detalles que, al margen de lo ya conocido, hablan de que las vinculaciones con instituciones y personajes argentinos no representarán el eje explícito de las revelaciones, lo cierto es que la máxima atención de nuestro mundo político está puesta en Estados Unidos. Y no es para menos, ya que el subcomité respectivo del Senado norteamericano lleva adelante por estas horas la audiencia pública relacionada con el candente tema del lavado de dinero.
No es para menos que esto suceda, pues la experiencia indica que cuando algo delicado y vinculado con el poder político-económico se investiga en la Argentina, un país que no se cansa de dar muestras de su asombrosa y letal falta de seriedad (el insólito papelón internacional con la aftosa es todo un ejemplo) siempre acaba en vía muerta. En la mejor de las situaciones, pueden producirse conmociones mayores o menores durante la investigación, pero luego el sino ineluctable es que todo acabe diluido en la nada.
En el gran país del Norte sucede lo contrario. Allí es habitual que, tarde o temprano, el brazo de la Justicia llegue a donde tiene que llegar. Es decir, en las antípodas de la Argentina, las cosas se hacen con mayor eficacia. Es que, lejos, allá son mucho más serios. La investigación de la denominada mafia del oro, que tuvo como eje a la Casa Piana de Buenos Aires y a la insólita política de fomento a las exportaciones de un metal escasísimo en estas tierras, constituye un ejemplo elocuente de ello.
Al margen de lo que aquí pueda realizar la comisión bicameral encargada de investigar la conducta de Pedro Pou al frente del Banco Central, el futuro de ese funcionario se juega por estas horas fuera del país. Es decir: con lo que surja de los informes y testimonios en aquel subcomité senatorial se construirá el armazón esencial sobre el cual descansará la casi inevitable argumentación en su contra.
En Washington están los fiscales argentinos que investigan aspectos del lavado de dinero. Y Allá también están la radical chaqueña Elisa Carrió y el demócrata mendocino Gustavo Gutiérrez, diputados nacionales artífices de la más seria, importante y prometedora (ojalá que no acabe en una nueva frustración) investigación sobre ese delito.
Mientras ellos están allá, aquí Raúl Alfonsín no trepida en calificar de "mafiosos" a quienes "piensan que no se debe investigar el lavado de dinero en el país porque puede aumentar el riesgo país o irse algún capital". ¿Un exceso? Quizá con el adjetivo, pero una realidad en cuanto a que los que así opinan quieren, con buenas o malas intenciones, que no pase nada y que todo continúe como hasta ahora.
Junto con estas declaraciones el ex presidente, que cada vez más, es evidente, se siente menos representado por quien hoy ocupa la Casa Rosada (cuando se anuncie la votación por Cuba ese sentimiento se hará más profundo todavía), defendió con firmeza a Carrió, quien "roba" como ningún otro político argentino en las encuestas de opinión ciudadana. Lo hizo reconociéndola "preocupada por este problema (el lavado de dinero)" y asumiendo sin dobleces ni reservas que "lo que (ella) realiza es conveniente para el país", mal que les pese a muchos.
Un interrogante de política-ficción anticipatoria: ¿Alfonsín se ha puesto a trabajar en la construcción del rival interno destinado a relevar a Fernando de la Rúa?


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