Año CXXXIV
 Nº 49.039
Rosario,
domingo  25 de
febrero de 2001
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Preocupante tendencia de consumo entre el 97 y el 2000
Cultura y educación, dos grandes variables de ajuste en la recesión
El equipamiento del hogar, el transporte y las comunicaciones también forman parte del achique

Silvina Dezorzi

La recesión pegó duro, ya se sabe, en los hogares de Rosario. Un estudio comparativo de ingresos y pautas de consumo antes y después de la crisis revela que los cuatro ítem donde los rosarinos se ajustaron más el cinturón fueron, en este orden, los referidos al equipamiento del hogar, esparcimiento y cultura, transporte y comunicaciones, y educación. De consolidarse esta tendencia a mediano y largo plazo, el achique en el consumo cultural -por ejemplo, acceso a la educación, asistencia a espectáculos, viajes y compra de libros, diarios y revistas- tendrá consecuencias a futuro e implicará una hipoteca en la tan declamada posibilidad de ascenso social.
El achique deviene de una situación obvia: el ingreso medio de la familia tipo cayó el 18,5 por ciento entre el 97 y el 2000. Y los gastos no le fueron en zaga: bajaron casi el 15.
En cifras absolutas, en esos tres años el promedio de ingresos de los hogares de la ciudad con el aporte de los distintos miembros de la familia pasó de 892 pesos a 726, lo que indica una pérdida de 166 pesos mensuales y se vuelve uno de los principales impactos de la recesión económica. La malaria se trasladó a una contracción del consumo, que se redujo en promedio 117 pesos por mes.

Los más podados
"Las modificaciones en las variables de ingreso determinan cambios en los patrones de consumo", afirma el informe, de la Fundación Libertad. Al bajar los ingresos se reasignan los gastos, es decir, se "ajusta el presupuesto del hogar a la disponibilidad de recursos", aclara. Y de ello dan prueba los números.
En porcentaje, entre el 97 y el 2000 los rosarinos se achicaron en la compra de artículos y servicios para el hogar en un 32,4 por ciento. Las bienamadas cuotas que había preservado la Convertibilidad no alcanzaron para mantener los anteriores niveles de compra. Sin embargo, apenas se retrajo en un 3,6 por ciento el gasto aplicado al rubro vivienda, lo que incluye el alquiler y el costo del agua, el gas y la luz. Obviamente, necesidades que no pueden dejarse para después.
El consumo de bienes y servicios culturales, tanto como el esparcimiento, fue nada menos que el segundo rubro de ajuste: bajó casi el 30 por ciento entre esos años, lo que en concreto representó una disminución del gasto del orden de los 19 pesos mensuales. Ya se sabe: si no hay plata no se va al cine ni al teatro, de modo que las salidas de esparcimiento, a la par de los viajes, fueron el principal recorte, seguido por el consumo de materiales de lectura.
El transporte y las comunicaciones también resultaron golpeados. El gasto familiar en ese rubro cayó el 25 por ciento, lo que representó destinarle un promedio de 31,17 pesos menos por mes: hubo un menor uso de teléfonos, correo y transporte público.
El cuarto gasto resignado fue para la educación, pese a que en las encuestas suele aparecer como una prioridad mayor para la gente. Los rosarinos aplicaron la tijera en ese rubro en el orden de casi el 22 por ciento, básicamente en el consumo de servicios educativos.
Apenas por debajo de esos índices de caída en el consumo se ubican la atención médica y los gastos para la salud, entre los que, curiosamente, no figura la compra de remedios, una necesidad que no admite demasiadas posibilidades de variación.

Cambios a mediano plazo
Aunque en principio esta redistribución del presupuesto familiar es un efecto directo del achique económico y, por ende, se ajusta en aquellos rubros que aún lo permiten, si la situación se prolonga los cambios de patrones de consumo se consolidan marcando una tendencia cultural.
Eso ocurre, por ejemplo, entre los llamados "nuevos pobres", familias originalmente de clase media y con aspiraciones culturales de ese sector que se ven pauperizadas aun en el acceso a los bienes culturales. Si una familia deja de comprar libros y diarios, reduce su asistencia al cine y espectáculos, y achica la inversión educativa para sus hijos comienza a hipotecar sus posibilidades de ascenso social a futuro. Una realidad que se ve con demasiada frecuencia a simple vista.

Segundas marcas
El hecho de que hayan bajado más pronunciadamente los ingresos (18,5 por ciento) que los gastos (14 por ciento) evidencia que algunos rubros no pueden achicarse más. "El nivel de gastos demuestra tener un límite o piso de consumo, lo que le impide ajustarse totalmente a la caída de los ingresos", reza el informe. "En realidad, los gastos han demostrado tener cierta rigidez en algunos bienes y servicios, y es probable que esto vaya complementado por la sustitución de productos, lo que explicaría el boom de las segundas marcas en el mercado", agrega.
Además, bajó la posibilidad de ahorro: en los últimos tres años, de 78 pesos promedio que atesoraba por mes cada hogar rosarino se pasó a 30, menos de la mitad.



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