La región francesa de Champagne-Ardenne, famosa en todo el mundo por el vino de Champagne -al que le otorga su exclusiva "denominación de origen"-, se extiende desde la frontera con Bélgica hasta las nacientes del río Sena.
Reims es una de las principales ciudades de la región (la dos veces milenaria) cuyas profundas raíces la ubican en el origen de la tribu gala de los remes. Y también es famosa por albergar la catedral de los Reyes Sacros de Francia.
La historia relata que fue durante las invasiones bárbaras cuando surgió, con mucha fuerza, la figura de San Remigio, obispo de Reims, quien convirtió y bautizó la noche de Navidad del año 498 a Clovis, rey de los francos y Nuevo Señor de Occidente.
Ese acto fue el comienzo de los coronamientos reales en la catedral de Reims, una construcción del siglo XIII que junto con el palacio episcopal, la basílica y la abadía San Remigio fueron declarados por la Unesco, en 1991, patrimonio mundial de la humanidad.
Con la prosperidad comercial que sobrevino tras la Edad Media, se levantaron imponentes edificios como el Hotel de Ville y el antiguo Colegio de los Jesuitas, en el siglo XVII, y la Plaza Real dedicada a Luis XV un siglo después.
Reims fue también la ciudad donde Napoleón I logró su última victoria, el 13 de marzo de 1814, y donde el mariscal Marmont dijo que esa había sido para el pequeño corso "la última sonrisa del destino".
La frase remite a la belleza arquitectónica de la catedral gótica y a la riqueza de sus esculturas, entre las que se destaca la del Angel de la Sonrisa, una obra de conmovedora belleza.
Con el siglo XIX llegó la expansión industrial y la ciudad de los coronamientos desarrolló dos sectores: el textil y el de la champaña, y fue la sede, desde 1901 a 1913, de las primeras reuniones aéreas internacionales. Se la llamó "cuna de la aviación".
Durante la Primera Guerra Mundial la ciudad fue bombardeada y su heroica resistencia se centralizó en el Fuerte de la Pompelle. Años después, al final de la otra gran guerra, el 7 de mayo de 1945, los ejércitos alemanes firmaron su rendición en Reims.
Mientras tanto, el intenso sol de esta región de Francia le daba a los sibaritas del mundo la sutileza de su vino de Champagne.
Para paladares delicados
Según una tradición ancestral, cada casa elige durante la vendimia los viñedos y las cepas más nobles. Y luego, en primavera, el delicado paladar de los enólogos cata cada uno de los vinos y recién entonces saben en qué proporciones los mezclarán.
De la armonía de esta mezcla nace la "cosecha", que mantiene, a través de los años, el sabor que distingue a cada gran marca de este vino, que se hace efervescente en la botella y envejece muy despacio en bodegas subterráneas que le brindan la temperatura y la oscuridad que necesitan.
Actualmente los visitantes que llegan a Reims encuentran muchas cavas abiertas al público, junto a reductos gastronómicos que sirven pan tostado con almendras y frutos rojos con menta, mezclas tan extrañas como sabrosas.