Año CXXXIV
 Nº 49.039
Rosario,
domingo  25 de
febrero de 2001
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Catamarca: La cuna del poncho criollo
En Belén se teje a cielo abierto, en medio del profundo silencio de los cerros y majestuosos crepúsculos

Corina Canale

Los pueblos aborígenes la llamaban Famayfil (Valle del Sol), pero en 1681 el cura Bartolomé de Olmos y Aguilera la rebautizó Belén, como la ciudad española de sus antepasados. Otra versión afirma que el nombre honra a la santa patrona de este departamento catamarqueño, cuna del poncho criollo.
Lo que asombra de Belén es el profundo silencio de los cerros y los majestuosos crepúsculos que se descuelgan sobre sus viñedos, donde maduran las uvas de sus vinos pateros, oscuros y espesos. Y también que todo se llama Belén: el cerro que custodia la ciudad, el río que baja desde el norte, la quebrada que lo sigue...
Para encontrar a las tejedoras hay que alejarse un poco, algo así como llegar a los suburbios, donde están las techo torta, casas de adobe con techo de paja y barro, donde las humildes mujeres belichas cocinan y tejen, lavan y tejen, viven y tejen.
Los telares se plantan al aire libre, junto a las cocinas y apenas cobijados por un alero. Cuatro estacas de madera los sujetan a la tierra y forman una rústica estructura de troncos lijados por donde la lana va y viene creando figuras.
De la habilidad ancestral de las mujeres tejedoras surgen los pullos, frazadas que abrigan en las noches crudas con la buena mezcla de lanas de llama y oveja; los pellones para montar y el típico poncho catamarqueño de guanaco, que además es impermeable.
Las artesanas explican que los "calamacos" son ponchos que se tejen con lana de guanaco y oveja, que cotizan según los colores y las guardas entre 200 y 500 pesos. Y dicen que los más caros son los que se hacen con pelos de panza y lomo de vicuña, que cuestan entre 1.000 y 5.000.
Cuentan que esos ponchos son iguales a los que abrigaron a Facundo Quiroga y a Felipe Varela, y que fue una catamarqueña, María Mercedes de Arce, la que tejió uno de vicuña para Lavalle.
Convertidos en regalos diplomáticos, de los telares de Belén surgieron los ponchos que Argentina le obsequió a la infanta Isabel de España y a personalidades como el Papa Pío XII y el presidente norteamericano John Kennedy.

Marrones, grises, amarillos
Los hombres crían los animales y tiñen la lana para que las mujeres -herederas de un arte antiquísimo- tejan prendas para aliviar el frío puneño y acercar alimentos a la mesa familiar.
Los tintes marrones se extraen de la cáscara de la nuez, la jarilla y el algarrobo; los grises del aromo; el morado del piquillín; los amarillos y el azul de la chilca, el aguaribay y la pimienta cimarrona, y los medios tonos de mezclas secretas.
Belén también tiene un buen clima para el cultivo de duraznos, ciruelos, damascos, membrillos y nogales; con tan buenos vientos y soles, Catamarca produce la mayor cantidad de nueces del país.
"Aquí ocurrió el Gran Alzamiento de los Calchaquíes", dicen los nativos que conocen muy bien esa gesta aborigen. Como oficiando de guías, recomiendan visitar el molino harinero y especiero, donde se molía el trigo, la pimienta y el comino, y la cercana Londres, primer asentamiento poblacional de Catamarca.
También sugieren visitar la Reserva Laguna Blanca, en plena Puna, donde se realiza una importante tarea de conservación de vicuñas y cría en cautiverio. Los zoólogos estiman que el rodeo protegido es de unos 13 mil ejemplares.
Pero es en el Museo Arqueológico Cóndor Huasi donde se encuentra la historia del pasado indígena belenista. El museo exhibe unas 5 mil piezas que pertenecieron a antiguas civilizaciones, en especial a la cultura ayampitín.
En cambio, el progreso tomó la forma de un yacimiento minero, el Bajo La Alumbrera, el más rico en cobre de toda Sudamérica. La empresa que lo explota, Minera Alumbrera, invirtió 1.200 millones de dólares y emplea a unos 4 mil catamarqueños.
El emprendimiento facilitó la pavimentación de 20 kilómetros de la ruta nacional 40 -el tramo de la Cuesta de Belén-, favoreciendo la comunicación con Villa María y Cafayate, ya en la famosa ruta de los Valles Calchaquíes.
Belén también es la tierra natal de artistas como Luis Franco, escritor, artesano y hacedor de vino, y del Cholo Sánchez, quien en su poema "Mi poncho" dice: "Tejieron el poncho con tibia ternura/ desde el tiempo pasado inmemorial/ tus manos de hadas primorosas/ artesana y madre del viejo telar".



Las tejedoras plantan sus telares al aire libre.
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