Año CXXXIV
 Nº 49.039
Rosario,
domingo  25 de
febrero de 2001
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Budapest: Dos más que una
Una ciudad a la izquierda y otra a la derecha abrazan al Danubio, en torno de amores y rivalidades, y entre ellas la cultura de un gran pueblo

Patricio Pron

Hay dos ciudades, con sus amantes y sus rivales. La primera se extiende sobre la margen derecha del río Danubio, sobre un conjunto de suaves colinas arboladas que le dan un aire campestre. La segunda, sobre la margen izquierda, está en una llanura sobre la que yacen bloques de viviendas y donde todo gira al ritmo frenético de los negocios. Aunque para muchos estas ciudades son sólo una (pese a que la primera se llama Buda y la segunda Pest) en realidad son, por temperamento y arquitectura, dos ciudades diferentes. Quienes las conocieron suelen preferir a una sobre la otra, y a menudo discuten durante horas con quien sea de una opinión contraria. El viajero que las visite elegirá, inevitablemente, cuál es la de su preferencia.
Entre quienes aman a Buda sólo su imponente castillo genera unanimidad. Este monumental complejo de edificios, fundado por el rey Béla IV entre 1235 y 1270 para defenderse de una invasión mogola, adquirió su actual aspecto durante el reinado del emperador Habsburgo Francisco José. En la actualidad aloja la Galería Nacional de Arte, la Biblioteca Nacional Széchenyi, el Museo Ludwig de arte contemporáneo y el bello Museo de Historia de Budapest, en cuyos fondos pueden apreciarse las sucesivas modificaciones del castillo desde la Edad Media.
Elevado unos cincuenta metros por encima del Danubio, éste ofrece una vista bellísima que también puede obtenerse en el Várnegyed o Barrio del Castillo, al que los amantes de Buda ponderan especialmente. En esta zona se encuentran los edificios más antiguos de la ciudad (siglos XIV y XV), así como varios palacios, el Teatro del Castillo, la bella calle riutca con sus fachadas barrocas y la imprescindible Casa de los Vinos húngaros, una especie de museo y vinoteca que permite, por un precio módico, degustar más de trescientos vinos húngaros.
En el Várnegyed, sostienen, se encuentra también la iglesia de Matías, un bello templo construido en el siglo XIII y reformado a fines del XIX que fue brevemente mezquita tras la ocupación turca de Buda en 1541. En sus fondos se encuentra el Museo de Arte Sacro, que aloja la santa corona de Hungría.
Mientras que algunos de los amantes de Buda ponderan el bello Monte Gellért, con la ciudadela austríaca de 1851, hay quienes prefieren a su empinada cima el famoso Hotel Gellért, cuya fachada es un símbolo del estilo modernista en la ciudad, y cuyos baños de aguas termales son legendarios.

La margen derecha
En el otro extremo, los amantes de Pest se apoyan en numerosos argumentos. Algunos prefieren el Belváros o centro histórico de la margen derecha del Danubio, una animada zona comprendida entre el Puente Margarita, el "pequeño bulevar" y el Puente de la Liberación. Mencionan también el monumental Parlamento neogótico (construido entre 1895 y 1902), el vistoso mercado cubierto y Vigadó ter, la animada plaza junto al río en la que pueden escucharse a virtuosos ejecutantes de música húngara y apreciar en los puestos numerosas artesanías.
Entre los más religiosos pueden contarse a los que alaban la austera iglesia de los Franciscanos y a quienes prefieren la monumental basílica de San Esteban, un edificio abrumador cuya construcción demandó más de cincuenta años y que acoge una reliquia importantísima para los húngaros: la supuesta mano derecha de San Esteban. Esta se saca en procesión todos los 20 de agosto, día de la festividad del rey húngaro canonizado en 1083. En su devoción por San Esteban coinciden con los más nacionalistas, quienes ponderan el maravilloso Museo Nacional Húngaro o el Museo Literario Petófi, que acoge una muestra de la prolífica literatura del país y honra la memoria de su primer presidente, que en 1848 exhortó a la lucha contra la dominación de los Habsburgo con unas palabras muy queridas por los húngaros: "¡Alzate magiar! La patria te llama".

Una historia común
En Pest se encuentran también, argumentan otros, el bello barrio judío coronado por la gran sinagoga de la calle Dohány (1859), la monumental plaza de los Héroes, flanqueada por el Museo de Bellas Artes y la Galería de las Artes, en la que se encuentra el complejo escultórico de Albert Schickedanz que resume mil años de historia húngara, y el sorprendente Vajdahunyad vára, una acumulación de edificios representativos de los estilos románico, gótico, renacentista y barroco, construido en 1896 a raíz del milenario de la nación húngara.
Aunque muchos menos, también hay defensores de Buda, el arrabal del norte saturado de edificios modernos e impersonales (soviéticos), entre los que se destacan las austeras ruinas del antiguo asentamiento romano de Aquincum.
Los que prefieren Pest reprochan al barrio del Castillo ser apenas una bien elaborada fachada para turistas, que el monumento a la Liberación -que celebra en el Monte Gellért la entrada del Ejército Rojo- es simplemente feo, que el barrio Tabán -que se extiende desde los pies del monte Géllert hasta la colina del castillo- no es (finalmente) muy diferente del propio Pest. Los defensores de Buda esgrimen que Pest es insoportable, que el movimiento constante de vehículos y personas los agobia y que las plazas y cafés del "pequeño bulevar" son una mera copia de los parisinos. En su ayuda prueban que la avenida Andrássy, uno de los orgullos de Pest, es una copia de los Campos Elíseos.
Entre ambos contendientes, sin embargo, hay una historia común (desde 1873, cuando Buda y Pest se unieron) y una nada simbólica red de bellos puentes, como el e la Libertad (reconstruido en 1946 y que se destaca por la reproducción del escudo de Hungría y por el turul, el ave mítica que es emblema de las tribus magiares) o el puente de las Cadenas. Estos permiten cruzarse por la noche al otro lado, sólo para admirar, reflejadas en el Danubio, las luces de la ciudad que uno ama.



El Parlamento visto desde el puente de las Cadenas.
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