Rodolfo Montes
Cuando la placa 0 a 0 quedó cerrada con el pitazo final, la impotencia charrúa adquirió dimensión estadística. Central Córdoba, un equipo bien ordenado de atrás hacia delante, con vocación de jugar por abajo, con superioridad técnica en varios de sus jugadores, con buena altura y potencia física, con un jugador más durante 35 minutos y con la aparente voluntad de ganar el partido, no pudo vencer a una banda desafinada, errática, deslucida, disminuida por la expulsión y por las tarjetas amarillas como El Porvenir. Los locales navegan en el fondo de la tabla y ayer jugaron para reforzar esa posición. Córdoba venía en recuperación y ayer dejó escapar el partido por varias circunstancias, como fallar en la puntada final, no tener fortuna y principalmente por carecer de convicción. El planteo de Forgués, con un mediocampo de cuatro hombres, Cantero unos metros adelante y Jeandet de punta, fue acertado para hacerse progresivamente de la pelota y del trámite pero se volvió insuficiente para dar el golpe en la red, falencia que no se corrigió a tiempo. El ingreso de Leone por Santos y de Herrera por Fórmica no logró encender el fuego sobre el área local. Leone jugó con exceso de individualismo y Herrera llegó cuando Córdoba, algo desesperado, había empezado a perder la compostura. Los locales insinuaron alguna superioridad en los primeros 10', cuando se asociaban Amadei y Cinto por la derecha. Pero no terminaron ninguna bien, ni inquietaron a Cancelarich. Fue un espejismo. De ahí en más los charrúas comenzaron a jugar su partido. Santos y Oliva avisaron en el arco local. Y a los 19', los marcadores centrales sin porvenir de El Porvenir cometieron una de sus tantas torpezas y lo dejaron solo a Jeandet, que definió muy mal. Y Córdoba tuvo otra, a los 32', en los pies de Cantero, su mejor jugador, pero erró el gol a la salida del arquero por poco. El orden que imponía Fontana en el fondo y Pochettino en el medio eran insuficientes para ganar. En la segunda mitad, los roles en este juego del cero se fueron aclarando. Los locales armaban un operativo complejo e inútil en cada tiro libre, desde cualquier sector de un campo pequeño. Era la única chance de colocar la pelota en el área y meter barullo con los rebotes. Nada original en el fútbol de hoy. Córdoba buscaba más por abajo, con un jugador más desde los 10' del segundo tiempo, pero moría en la tibieza de los volantes para soltarse y en la incapacidad de usar todo el frente de ataque. Todo a tono con las señales que llegaron desde el banco, donde se hicieron cambios tardíos cuando era evidente que la espada creativa del equipo, Cantero, pedía un socio a gritos. El árbitro se encargó de afear todo un poco más. En el primer tiempo dejó pegar al local, en el segundo cambió de tendencia y le sacó 5 amarillas, una de las cuales, por reiterada, le costó la expulsión a Gustavo Fernández. Todo un desequilibrio, total falta de jerarquía. Igualmente pudo ser gol charrúa en la cabeza de Iuvalé a los 13' del segundo tiempo, o en la de Jeandet a los 26' y en la de Fontana sobre el final del partido. Pero el cero estaba puesto. Córdoba perdió dos puntos. El Porvenir, una patrulla futbolera extraviada en el sur, jugó sin alma y sin jefe.
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