Año CXXXIV
 Nº 49.039
Rosario,
domingo  25 de
febrero de 2001
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"Hannibal", echado a perder por romántico

Fernando Toloza

Hannibal ya no es tan malvado. El romanticismo lo echó a perder. En los diez años transcurridos desde su desaparición, el monstruo caníbal cambió. La imagen pícara del doctor Lecter en ojotas y camisa hawaiana del final de "El silencio de los inocentes" se transformó en la de un erudito en el dolce stil nuovo, devoto de los poetas premedievales Dante y de Guido Cavalcanti, y habitante refinado de una ciudad museo: Florencia.
En la nueva película sobre el asesino que devora a sus víctimas, el director, Ridley Scott, sabe mantener el suspenso, pero cambia el peso del mal. Hannibal no está reformado ni se arrepiente, pero queda claro que mata sólo a los que son peores que él. Los verdaderos villanos son Mason Verger y el FBI.
Hannibal está enamorado. Antes quizá también lo estuvo, pero ahora, en libertad, está decidido a arriesgarlo todo por la chica de sus fantasías, que no es otra que Clarice Starling, interpretada por Julianne Moore.
La película tiene escenas truculentas. No son muchas pero impactan. La más esperada para los que hayan leído el libro de Thomas Harris ("Hannibal", importado a la Argentina el año pasado) es, sin embargo, un mamarracho digno de "El joven Frankenstein", y por eso no deja de ser graciosa. Hay que entenderla en el espíritu burlesco que tiene el personaje de Hannibal, que en sus buenos momentos puede ser tan irónico como siniestro.
Hopkins es Hannibal. A pesar de los cientos de papeles que el actor inglés hizo, desde un ventrílocuo loco hasta el criado obsecuente, el doctor Hannibal Lecter resulta su papel para la historia del cine. Cada momento es perfecto y encontró en Julianne Moore una digna evolución de la jovencita culpablemente inocente interpretada por Jodie Foster.
"Hannibal" es una película que quiere ser más refinada que la anterior pero por suerte conserva la misma voluntad de dar asco, la turbación de no saber cómo se puede responder cuando se está acosado y se sabe que el otro sólo quiere dañar, porque al fin y al cabo Hannibal es sólo una de las caras del mundo caníbal de todos los días.


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