María Laura Cicerchia
La Justicia investiga dos robos a cajas de seguridad de una sucursal local del Lloyd's Bank, ubicada en Rioja y Mitre, de las cuales se esfumaron unos 100 mil pesos, entre dinero y joyas. El contenido de las cajas metálicas desapareció misteriosamente: el robo recién fue advertido cuando sus propietarios las destaparon y descubrieron que estaban vacías a pesar de que no habían sido forzadas. Todo parece un difícil enigma, y quienes podrían hallar la clave para resolverlo son peritos de Gendarmería Nacional de Capital Federal, que a pedido del juez de la causa examinarán las cerraduras para dilucidar de qué forma fueron abiertas. La primera denuncia fue radicada en agosto del año pasado en el juzgado de Instrucción Nº 11, a cargo de Carlos Triglia, por un médico que advirtió el vaciamiento de su caja de seguridad del Lloyd's, en la que depositaba valores por unos 50 mil pesos. En septiembre, un nuevo caso registrado en el mismo banco fue denunciado por María Dolores Aznar, una pensionada de 84 años a quien le sustrajeron 47 mil dólares. Y existe un tercer damnificado, pero este hombre no hizo denuncia penal porque decidió resolver su situación por vía administrativa, a través de una audiencia de conciliación arbitrada por la Secretaría de Comercio e Industria. Las cerraduras no presentaban signos visibles de haber sido violentadas. El único dato curioso es que los tres compartimentos están ubicados en la misma fila de cajas. Sin embargo, se trata de un detalle que no aporta demasiado para esclarecer el hecho. Los propios investigadores reconocen que esclarecer este tipo de hurtos no es tarea sencilla. En estos casos, las cerraduras involucradas fueron secuestradas y examinadas por un cerrajero de la Unidad Regional II, que dictaminó que las mismas estaban "intactas". Ahora le corresponderá a Gendarmería realizar un análisis más minucioso de las cerraduras. Los expertos harán una pericia mecánica que permitirá definir si los ladrones usaron una llave original o una copia, si emplearon algún tipo de láser o si manipularon la cerradura para obtener el molde de la llave. Esta es la última de una serie de medidas ordenadas por el juez Triglia, quien ya interrogó al personal del banco. Próximamente citará a los dueños de la empresa de seguridad que instaló el servicio -una firma que ya no existe porque quebró hace tiempo- para averiguar si existían llaves maestras de las cajas y si el banco contaba con copias de esos juegos. Lo cierto es que los distintos episodios que se registraron en Rosario (ver aparte) pusieron bajo sospecha la efectividad de un sistema de seguridad que pretende ser invulnerable. El mecanismo es el siguiente: el usuario debe registrarse cada vez que opera con su caja. Es acompañado al recinto por un responsable del banco que tiene en su poder una de las llaves. La otra sólo está en manos del cliente, cuya presencia es imprescindible para destrabar la cerradura que protege sus bienes. Además, el contenido de las cajas es absolutamente secreto. El banco ignora lo que sus clientes colocan en ellas, y no se hace responsable por esos bienes. Esto hace aún más difícil probar si las denuncias son ciertas o si se trata de un autorrobo. Aún así, algunos bancos indemnizan a sus clientes. A estas complicaciones, en los casos que investiga Triglia, se suma un nuevo inconveniente: el banco de Rioja y Mitre no cuenta con un sistema de filmación en la sala de las cajas de seguridad.
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