Año CXXXIV
 Nº 49.036
Rosario,
jueves  22 de
febrero de 2001
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Barak abandonó la arena política y el laborismo piensa en cómo continuar

Jeff Abramowitz

Jerusalén. - Incertidumbre, confusión y amargura son algunos de los ingredientes que componen la panorama política israelí, especialmente entre las filas laboristas, desde el anuncio del abandono de los escenarios políticos del todavía primer ministro israelí, Ehud Barak. Este anuncio también ha colocado un gran signo de interrogación sobre las negociaciones en curso para la formación de una amplia coalición "de unidad".
Algunos analistas aventuran la hipótesis de que el abandono de la arena política por parte de Barak pondrá las cosas más fáciles para su partido -el Laborista- para incorporarse eventualmente a una coalición con el derechista Likud, del electo primer ministro, Ariel Sharon.
En una carta a Sharon, reproducida en la prensa israelí ayer, Barak afirma que a pesar de que afirmó que dejaría las lides políticas, tras la derrota en las urnas, aceptó la oferta de Sharon para ocupar la cartera de Defensa "por deber y responsabilidad" ante la nación. No obstante, a pesar de haberlo hecho, admitió que su decisión era "muy difícil" y que por esa actitud debería pagar un alto precio, tarde o temprano.
No obstante, muchos analistas opinan que con esa compleja movida sobre el tablero de ajedrez de la política israelí, Barak subestimó las resistencias que encontraría, sobre todo después de haberse mostrado contrario a un gobierno de coalición con el halcón Sharon y de haber dejado claro que pensaba dejar el foro político. Hay quien no le perdona haber mudado de actitud.
Ahora queda la incógnita sobre quién le sucederá en el liderazgo laborista, una pregunta que muchos ya han contestado: aquellos que más férreamente se opusieron a sus tesis dentro del partido. En este sentido, la radio israelí informó ayer de que uno de los elementos que impulsaron a Barak a arrojar la toalla fue una reunión que sostuvo este domingo con algunos laboristas "leales". Uno de sus "fieles", el ministro de Comunicaciones saliente, Benjamin Ben-Eliezer, explicó a Barak que su decisión de incorporarse como ministro de Defensa con Sharon era interpretada en las filas laboristas como un síntoma de fragmentación, de falta de liderazgo y de credibilidad.
No obstante, el abandono de la política por parte de Barak es una bocanada de oxígeno para que el partido se sume a un hipotético gobierno de unidad, una vez que -con la marcha del primer ministro- éste se lleva consigo la exigencia que había impuesto para entrar en un gobierno de coalición: que dos ultraortodoxos halcones de Sharon no entraran al gabinete.
Ahora, la pelota está en el tejado del premio Nobel Shimon Peres, a quien Sharon ha ofrecido la cartera de Defensa. En un principio, Peres había anunciado que sólo aceptaría el ministerio de Asuntos Exteriores, pero ahora anuncia que "no descarta" la primera opción. Desde el cuartel general del laborismo se conseja renunciar a la cartera de Defensa y a cambio pedir la de Economía, algo a lo que -seguramente- Sharon no va a acceder, presionado desde dentro de su propio partido.
A pesar de que con el "adiós" de Barak se abren nuevas posibilidades para que los laboristas reconsideren formar parte de un gobierno de "unidad nacional", no es menos cierto que deja a sus dirigentes deshojando la margarita del liderazgo. Son varios los retos que debe enfrentar el laborismo a muy corto plazo. Primero poner la nave del partido en manos de un timonel que lo conduzca a puerto seguro, al menos hasta que escampe la tormenta y se encuentre a quien decida qué ministros se sentarán a la misma mesa con los halcones de Sharon.
El temor, entre muchos, es que ahora el partido ingrese en una espiral sin final de "catarsis" internas, de querellas intestinas y de "vendettas" particulares que acaben debilitando y arruinando los cimientos de la formación.



Peres, Sharon y Barak, jefes de la política israelí.
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