La palabra mágica es "dinero". Dinero "sí", "al toque" o "ya". En efectivo riguroso, con recibo de sueldo o con tarjeta. Cuando conseguir plata con urgencia se vuelve un imperativo, la oferta, más que tentadora, se vuelve irresistible. Fuera del circuito financiero formal, en Rosario vienen prosperando dos tipos de comercios prestamistas: los locales de créditos personales a sola firma, que se anuncian con enormes carteles en la entrada, y algunas de las joyerías de calles Mendoza o Maipú, que a la compra-venta de oro, alhajas y relojes ahora le suman préstamos de dinero con tarjeta. Sobre la desdibujada frontera de la usura, un delito que reconoce el Código Penal pero que no responde a patrones objetivos, prestan en efectivo o con tarjeta de crédito y aparecen como una tabla salvadora, aunque los intereses del financiamiento lleguen hasta el 80 por ciento anual. Una cifra que pocos dudarían de calificar como usuraria.
Delia tiene 62 años y una pensión de 140 pesos. Hace cosa de un mes, el techo de su cocina se vino abajo, tras años de filtraciones que esperaron en vano un siempre costoso arreglo. Como el de ella, hay otras miles de personas en la ciudad a las que urge conseguir plata. Y como la necesidad tiene cara de hereje, esos casos son presa fácil para la creciente proliferación de prestamistas.
La publicidad de los préstamos personales inmediatos da preferencia a dos segmentos de clientes: activos, pensionados o jubilados del sector estatal con recibo de sueldo, y titulares de tarjetas de crédito. Dos sectores fiables. También se aceptan solicitudes de privados, siempre que muestren un recibo con salario proporcional al monto pedido.
De joyeros a prestamistas
Hace un tiempo, los compra-venta de oro también se sumaron al negocio. Por lo general, no prestan efectivo con recibo de sueldo, sino con la firma de un cupón de tarjeta de crédito por el valor total (el préstamo más los intereses).
Hasta hace unos años, las joyerías de las calles Maipú o Mendoza, por ejemplo, resultaban tuguriosas. Ahora se han aggiornado. Pese a ello, al pasar la puerta persiste la sensación de entrar a un mundo donde se convive con la sospecha. Sospecha de que se trate de negocios non sanctos, de tramoyas, de que las reglas de juego no sean del todo claras.
Quienes llegan hasta allí a vender alianzas, relojes, dijes o medallas de la Comunión no suelen tener caras alegres. Los que van en busca de crédito tampoco, sobre todo después de verificar que los 1.000 pesos a prestar en 12 cuotas de 100 que promocionan los negocios en los avisos se suelen transformar en 12 cuotas de 150. Una tasa del 80% anual.
"Es por los impuestos", se defiende el dueño de una joyería, para explicar la inexplicable suba de cifras. "Pero puedo bajarle la cuota a 130", dice, atajando a una clienta que ya mira por dónde salir. El regateo está, como si se tratara de Marruecos, a la orden del día, aunque algunos -nobleza obliga- respetan las ofertas que publicitan.
El rubro de "a sola firma"
Rutilantes carteles enmarcan los locales de préstamo a sola firma. Adentro, en un ambiente aséptico, con impolutos muebles de diseño oficinesco, un grupo de personas aguarda su turno antes de "firmar". A la entrada una señorita informa a los interesados y ataja a los curiosos. La escena se repite, salvo detalles, en todos los locales del rubro. En algunos, el control sobre las miradas indiscretas se refuerza con vigilancia privada.
"Nadie le da tanto, tan rápido y tan fácil", "Soluciones para toda la gente" y "Ahora, más efectivo que nunca", son los eslóganes de promoción. Los préstamos son a sola firma, con presentación de recibo de sueldo, DNI y un impuesto de la vivienda del titular del crédito. La penalidad por incumplimiento es una incógnita que se revela al firmar el contrato.
Los intereses que cobran estos comercios van del 56 al 72 por ciento anual, y sólo uno financia con el 27 por ciento. El mínimo sueldo que hay que demostrar para un préstamo de 1.000 pesos varía: algunos piden 1.200, otros la mitad.
Las tasas, como se ve, son más que elevadas, sobre todo porque lo que se conoce como "tasa activa promedio por préstamos en moneda nacional" en los bancos oficiales es del 18,98% anual. Sin embargo, aunque la usura es un delito tipificado por el artículo 175 bis del Código Penal, no es fácil definir legalmente si estas operatorias incurren en esa figura, a menos que exista una denuncia y se investigue.
La definición de la usura
Hay pena de uno a tres años de prisión para quien "aprovechare la necesidad, ligereza o inexperiencia de una persona y le hiciere dar o prometer, en cualquier forma, para sí o para otros, intereses u otras ventajas pecuniarias evidentemente desproporcionadas con su préstamo".
Pese a ello, según la penalista rosarina María de los Angeles Milisic no hay valores "objetivos" que determinen de forma automática cuándo se está ante una usura, ni siquiera la tasa del interés. El punto pasa por que el juez logre determinar si la víctima de la usura estaba en estado de "extrema necesidad o inexperiencia" que la llevó a aceptar ese préstamo. No sería el caso, por ejemplo, de una empresa que toma un crédito a una tasa altísima a sabiendas, aclara la letrada.
Pero lo cierto es que la mayoría de quienes acceden a préstamos personales en el mercado informal podrían invocar necesidad, ya que es evidentemente en esas situaciones cuando se acepta el pago de intereses leoninos. Gente de clase media o media-baja, los "nuevos pobres", son la clientela emblemática de estos negocios.
"Esto es un afane, pero ¿qué pasa?, que hay vencimientos ya, deudas que uno no puede dejar de pagar", expresó Silvia (35), mientras salía de un local de calle San Luis -una de las zonas donde proliferan estos negocios- tras obtener un préstamo en efectivo. "La trampa son los intereses, que son el doble de lo que pedís -agrega Carina (25)-, pero te dan la plata en el acto y sin los requisitos de un banco". La tienen clara: saben que están fuera del sistema financiero formal y no tienen otro recurso a mano.
"Hay tasas para ciudadanos de primera y tasas para ciudadanos de segunda", razona Diego Agüero, de la Fundación Libertad, quien vincula el crecimiento de los negocios de préstamos personales a "la propia rigidez del sistema financiero".