Dos niños juegan en la arena a metros del excremento de un perro. A su lado, una pila de botellas vacías se entremezcla con restos de de un envase tetra brick que algún trasnochado dejó tirado sin inmutarse. Por entre los altos pastizales, un pequeño corre detrás de una pelota mientras su mamá espanta algunas moscas que emergen de un saturado tacho de basura. Aunque cueste creerlo, no se trata de un terreno baldío, sino de una plaza de la zona sur de la ciudad. La mayoría está en estado de abandono, sus pastos crecen con fuerza y los vecinos aseguran que pasan meses sin que nadie las limpie. Su suplicio tiene además un condimento extra: de noche se vuelven "tierra de nadie" y "extremadamente inseguras".
"Parece que para la Municipalidad nosotros, los de la zona sur, somos ciudadanos de segunda, porque a las plazas del centro les cortan el pasto y las limpian, pero acá, hace quince días que no viene nadie", señaló indignada Marcela, una vecina que vive enfrente de la plaza 24 de Septiembre -en 24 de Septiembre entre Laprida y Buenos Aires-. Allí, el común denominador no son las hamacas y los toboganes, sino los altos pastizales y la proliferación de residuos.
"Llamé varias veces a la delegación sur de la Dirección de Parques y Paseos y me dijeron que no tienen personal suficiente y que, además, el cronograma que diseñaron no establece que tengan que pasar todos los días a limpiar la plaza", aseguró.
Lo cierto es que el cronograma parece haber quedado retrasado, porque ella asegura que hace "quince días que nadie pasa" por el lugar. "Esto es un basural, el olor es terrible y lo más preocupante es que acá vienen muchos chicos a jugar. Eso en el centro no pasa, porque allá limpian todos los días", se enfadó.
"Hasta fin del año pasado venían a limpiar dos chicas del Plan Trabajar, pero este año ya no vienen más, lo que empeora la situación", agregó otro vecino.
Un común denominador
Pero el estado de abandono de las plazas parece ser el común denominador en la zona sur de la ciudad. En Ayacucho entre Ayolas y Deán Funes algunos toboganes se abren paso entre los altos pastizales. Desde la vereda de enfrente, Norma Benítez, una vecina que desde hace más de 40 años vive en lugar, se lamenta. "Yo sufro por lo que le hacen a la plaza, porque acá cortan el pasto una vez por mes, pero además la gente también tira la basura cuando se le da la gana", señaló.
Unas cuadras más adelante, en Buenos Aires y Rueda, el panorama es desolador. Tan sólo tres caños quedan como mudos testigos de lo que alguna vez fue el soporte de hamacas, al tiempo que a unos metros se alzan los restos de algo que, según aseguran los vecinos, "alguien empezó a levantar hace más de diez años para construir una fuente". Hoy, la abandonada construcción sirve de refugio a "arrebatadores y pervertidos", según las denuncias de los habitantes.
"Hace quince días vinieron a cortar el pasto y se les rompió el tractor", señaló María Inés Escarabina, una vecina del lugar que aseguró que la plaza es "tierra de nadie", y que los pastos no se cortan "desde hace más de dos meses".
Por esa zona se proyecta el futuro parque Yrigoyen, aunque por el momento sólo hay terrenos sin uso y lugares que se parecen a la boca del lobo. Sobre todo el corredor ferroviario, un basural que ya mereciera un informe de La Capital.
El pastizal de la José Hernández
En Buenos Aires al 4700, en tanto, la plaza José Hernández tampoco escapa al común denominador de abandono que caracteriza a esta zona. En el centro, una destruida y pintarrajeada fuente mira de reojo cómo los pastos crecen sin descanso a su alrededor.
Una pareja se regala besos sobre un banco desvencijado que no escapó a los graffitis. "Esto es de terror", aseguran unos adolescentes que charlan en la esquina mientras se ríen cuando el cronista les pregunta si alguien corta el pasto o limpia la plaza de vez en cuando.
Y la postal vuelve a repetirse unas cuadras más adelante. Y las quejas vuelven a dispararse. Los pastos siguen creciendo y los niños juegan en areneros en los que pululan bolsas y botellas vacías. Alguien se acerca y propone que, así como se preocupan por ver si hay o no materia fecal en los balnearios, lo hagan en los areneros de las plazas, donde juegan los chicos, y para colmo los más pequeños. "Se llevarían una buena sorpresa", advierte.
Mientras tanto, la suciedad y el abandono se presentan como un triste común denominador en la mayoría de las plazas de la zona sur.
D.V.