Año CXXXIV
 Nº 49.021
Rosario,
miércoles  07 de
febrero de 2001
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La otra guerra del uranio
Aunque le atribuyen casos de leucemia en soldados de los Balcanes, nadie probó que sea culpable

El uranio está en el banquillo de los acusados. Se le imputa ser responsable de causar cáncer y leucemia a 40 soldados europeos que participaron en las misiones de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) en la región de los Balcanes, 17 de los cuales ya habrían muerto. Ante la presión de los países afectados, que vinculan estos casos de cáncer con el uso de uranio empobrecido en los proyectiles lanzados contra blindados yugoslavos, la Otan aceptó investigar los efectos del uranio en la salud.
Frente a las sospechas masivas, los científicos salen en su defensa. Un editorial publicado este mes en la revista British Medical Journal afirma que después de 50 años de estudios en el tema, no existen evidencias claras que relacionen la exposición al uranio con el cáncer. "Sabemos mucho de ese metal pesado, y nunca se constató que aumentara el riesgo de tumores", rechazó enérgica Melissa McDiarmid, profesora de medicina de la Universidad de Maryland, Estados Unidos.

Inquietud creciente
La radiactividad genera inquietud. "Hay un miedo generalizado a lo que se desconoce, además de que puede ser peligrosa si no se la maneja adecuadamente", argumenta Pablo Meoli, licenciado en física que trabaja en el Instituto de Oncología Alexander Fleming, en Buenos Aires, Argentina. "Pero se le suele atribuir mayor culpa de la que merece".
El uranio empobrecido es un compuesto derivado del uranio, un componente natural de la corteza terrestre. Se lo llama "empobrecido" porque posee el 60% de la radiactividad del uranio natural. Es también un metal pesado con ciertas propiedades químicas, como su alta densidad, que lo convierten en un material atractivo para la construcción de armas. De hecho, se difundió que este tipo de munición fue empleada desde 1991 en la Guerra del Golfo, luego en el conflicto Bosnia-Herzegovina (1994-1995), y en Kosovo en 1999.
Al uranio se le atribuyen algunos de los síntomas que se encuadran bajo el nombre de Síndrome de los Balcanes, en analogía con el Síndrome del Golfo que alude al conjunto de síntomas en ex combatientes contra Saddam Husseim.
Algunas de sus manifestaciones son cansancio excesivo, dolor muscular y articular, pérdida del equilibrio, perturbaciones neurológicas y del comportamiento, diarrea y alteraciones respiratorias, gastrointestinales, musculares y cutáneas.
En junio de 1999, el periódico Le Monde Diplomatique de Francia relacionó algunas afecciones del Síndrome del Golfo con la presencia ambiental de uranio empobrecido, cuyas partículas podrían ingresar al organismo y depositarse en los pulmones para quedar como foco de emisiones radiactivas. El artículo atribuía a esta contaminación la elevada incidencia de leucemia en niños, de cáncer en adultos y de nacimientos o abortos de fetos con graves anormalidades observadas por los doctores iraquíes nueve años después de finalizado el conflicto en la zona.

En defensa del uranio
Aunque los científicos reconocen que la radiación puede tener efectos nocivos sobre la salud, son cautos a la hora de vincular al uranio con los casos de leucemia denunciados en los Balcanes y en la Guerra del Golfo.
"Tradicionalmente se sabe que los materiales radiactivos son agentes físicos capaces de generar cáncer en determinadas circunstancias, pero no se puede considerar al uranio como un agente etiológico puro, existen otros factores asociados que se deben investigar", opina el doctor Carlos Grebin, responsable de hematología del Hospital Provincial de Agudos Dr. Luis Güemes de Haedo, en Buenos Aires, y docente en la Universidad de Morón.
La probabilidad de desarrollar cáncer al irradiar depende de factores como la dosis de exposición y la forma en que se irradió, dicen los expertos. Habría que saber cuánta radiación tienen los proyectiles y en qué extensión se esparcieron; si al impactar se hacen polvo y se inhalan; si quedan en contacto permanente con la ropa y la piel, o si queda en el ambiente como piedras y el contacto es mínimo.
"Además el riesgo depende de la predisposición de cada persona a desarrollar un cáncer y de la efectividad de los mecanismos de reparación con que cuenta el organismo", explica Meoli, para quien al uranio se le atribuye una culpabilidad excesiva sin tomarse en cuenta otros factores que tienen efectos nocivos sobre la salud, como los pesticidas de uso habitual u otras sustancias cancerígenas que se usan en la fabricación de bombas comunes.
Ni siquiera los estudios más exhaustivos pudieron hallar un vínculo con tumores, al menos en lapso relativamente breves. Un relevamiento sobre veteranos de la Guerra del Golfo, cuyos resultados fueron publicados en febrero pasado en la revista científica Environmental Research, demostró que después de siete años de la primera exposición al uranio, los soldados continuaban excretando concentraciones elevadas de uranio en la orina. Aunque estos soldados presentaban leves perturbaciones en su sistema reproductivo y nervioso central, ninguno de ellos tenía leucemia, cáncer en los huesos o en los pulmones.
Débora Frid


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