Año CXXXIV
 Nº 49.019
Rosario,
lunes  05 de
febrero de 2001
Min 18º
Máx 32º
 
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Punto de vista
La economía de las artes

U. G. Mauro

"Vendo carroza ganadora de los corsos del 2000", dice el aviso clasificado del humilde periódico de un localidad cercana. Seguramente, el simbolismo grotesco e irreverente que se paseó por la calle principal del pueblo e hizo reir hasta a las formales damas de la parroquia, hará lo propio este año en otro pueblo, a no muchos kilómetros del anterior; total los problemas, los juramentos jamás cumplidos y las cosas de las que la gente se rie para no llorar o romper todo son desde hace años los mismos en todas partes.
Sobrevivir, sacar jugo de las piedras. Esa es la consigna individual y colectiva que rige en terrenos en los que el espectáculo limita y hasta se mezcla con los sanos o no intereses politicos, con las auténticas necesidades de una comunidad y hasta con los omnipresentes negocios. Por eso los carnavales de los pueblos se extienden hasta la eternidad y son en muchos casos la única fuente de ingresos importantes de todo un año de numerosos dispensarios, hospitales, escuelas, bibliotecas y otras entidades de esas comunidades.
Ya no puede decirse que algo "dura tres días como el carnaval". La fiesta pagana que precedía a los 40 días de ayuno y abstinencia previos a la Pascua se extiende, en algunas comunas de nuestra provincia por ejemplo, a varias semanas antes y bastante después de lo que marca el almanaques, y con programas que convocan a multitudes que suelen duplicar a la población estable del lugar, tras verdaderos idolos nunca considerados como tales por los "bien pensantes" de las grandes ciudades.
"Yo pensé con tristeza: Dios por aquí no pasó", decía Yupanqui sobre algunos de estos lugares -como el mismo Cosquín en cuyo escenario principal tambien habrá un festival de rock en estos días-, condenados por falta de fuentes de trabajo, de medios de producción, en buena medida y como los mismos artistas, a vivir largos inviernos nada más que de la música.


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