Sergio Roulier
El barrio Bella Vista es tan difícil de delimitar que cuesta terminar de conocerlo. Las fronteras que impone el catastro municipal se expanden a medida que se lo recorre. Se enmarca entre las grandes avenidas, y más allá también, pero el perfil social y cultural de sus habitantes le imponen una identidad propia a ese mosaico urbano, enclavado en el núcleo geográfico de la ciudad. Los vecinos rescatan la vida silenciosa y pausada de las cortadas y calles poco transitadas, por más que estén cerca de los centros comerciales. El ritmo febril está en las dobles manos que cercan al barrio, cuya actividad está cada vez más apuntada a los servicios y los grandes negocios. Así, la ex Godoy es un sinfín de ofertas en la vereda y Pellegrini vive un proceso de desarrollo cada vez más importante.
Es una de las zonas con mayor tradición de Rosario, vinculada a un pasado de capos de la mafia y hoy con una mayoría de descendientes sicilianos. Su historia se afirmó en familias que construyeron sus casas y no se movieron de allí. Sobresalen apellidos de comerciantes reconocidos en la zona. Y también un catálogo de futbolistas, que tiene que ver más con un pasado de potreros que con la cantidad de clubes, nacidos como fruto de peleas entre directivos de instituciones del mismo tipo.
La vida transcurre sin mayores sobresaltos en el interior del barrio. La charla en la vereda, las miradas indiscretas y hasta el saludo a quien pasa. La viviendas son en su mayoría casas de una planta, y por eso se destacan las torres Carlos Pellegrini y el complejo de Avellaneda.
El ruido está en las avenidas. La obra del nuevo Heca, la facultad católica y el hipermercado sobre Pellegrini, y las construcciones municipales de la avenida Francia le cambiaron el perfil a esa zona. Las canchitas y el predio de los circos quedaron sepultados bajo los pies del progreso. Esa tendencia sigue hasta Avellaneda, y las tradicionales cinco esquinas de Presidente Perón (ex Godoy) y San Nicolás son el ejido de un sector eminentemente comercial.
El estándar social es de clase media. Hay enormes chalés que le cambian la cara. El sector de Perón hacia el sur es más moderno. Pero el barrio tiene nudos sociales que desentonan con el resto, como las viviendas precarias frente al Mercado de Productores, y el barrio del Plan Arraigo, sobre la traza de Vera Mujica.
Ya parece una tradición la de no buscar mudarse o pensar en dejar el barrio. Algunos lo sienten como un orgullo vivir en los edificios Pellegrini, los viejos no reniegan de los cambios y los adolescentes toman como propias esquinas y veredas. "Bella Vista seguirá teniendo un perfil de barrio, por su gente, que es más bien trabajadora y sin delirios de grandeza", definió Norberto Genzano, encargado de la mayoría de las construcciones en la zona.
Para los jóvenes hay pocas diversiones, ni siquiera un club con pileta de natación. Los boliches están lejos. La diversión es de entrecasa. Según pudo comprobar La Capital, hay gente muy preocupada por el avance de la droga en los chicos y se sabe de esquinas donde es muy fácil adquirirla.
Pablo Guardiet, presidente de la vecinal, ve con preocupación el futuro. Las demandas sociales aumentan y la contención es muy poca. Y en cuanto a los años por venir del barrio, cree que tampoco serán fáciles. "Bella Vista forma parte del Distrito Oeste, en donde hay barrios con necesidades más acuciantes y a las que hay que darles respuesta primero que a las nuestras", explicó. En ese sentido, se sienten discriminados.
Rara paradoja la de este barrio. Mientras que por un lado mira de cerca el progreso, por otro intenta no perder los privilegios de su clase media, cada vez más devaluada.
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La Ciudad
