Las manos de Luis Salinas surfean sobre una guitarra que nos deleita esta noche de verano en Gesell. Bajo un cielo encapotado, amenazante, en el agradable rincón del Playa Hotel, al aire libre y con el estilo inconfundible de un gran artista, termina el último sábado de enero, en la ciudad balnearia que sin duda mantiene la condición de ser capital del turismo joven en la costa atlántica argentina.
El primer mes del año cierra con un balance imprevisto: el cuco brasileño aquí no se ha notado -en el resto del país, tampoco-. Las playas geselinas lo muestran cabalmente. A tope, los paradores animan sin cesar con clases de aerobics, torneos de beach voley y fútbol playero, así como recitales de grupos de distintos estilos musicales. La concurrencia -asegurada-, desbordante y muy fiestera. Y un clásico chiste rondando de sombrilla en sombrilla: "Rodolfito, ¿la casa bien, tus cosas bien, todo bien?". Señores creativos publicitarios, muchas gracias.
Desde que recibe a sus visitantes con el eslogan de Piense en Gesell todo el año, la ciudad abre los brazos mucho más que para alcanzar a los jóvenes. Es cierto, ellos copan la parada a cualquier hora, pero las casas de té, aquellas coquetas construcciones que dominan las alturas de calles ondulantes y paseos que se extienden al norte y al sur de la urbanización cautivan a quienes son jóvenes más maduros y los maduros que son cada vez más jóvenes.
En los días soleados -en lo que va de la temporada, más del 90%- el mar espera con extensas playas. Además de los grupos de adolescentes y no tanto, las familias se instalan para disfrutar de aguas que este año no han sorprendido a ningún irresponsable. Incluso se ha podido gozar aquí mismo de un impresionante espectáculo de acrobacia aérea a cargo del grupo Cruz del Sur. Cielo limpio, sol brillante, mar calmo, adrenalina en el aire cuando se entrecruzan las máquinas humeantes y el aliento que se corta...
Aventura en el Bosque se promociona también desde el espacio. Por diez pesos, la diversión para los más chicos es un hecho, sin importar si la jornada es calurosa o desapacible. Juegos, espectáculos y servicios gastronómicos conjugan una oferta de la que los padres no pueden zafar fácilmente.
Otra opción son las excursiones, y la del faro Querandí ($8) acumula más voluntades. Imponentes vehículos todoterreno trasponen los límites de Gesell y pasan por Mar de las Pampas, Las Gaviotas y Mar Azul, tres balnearios ubicados al sur, para llegar al solitario lugar (un peso más para entrar al edificio de más de 200 escalones), entre médanos y rugidos de oleaje eterno.
Precisamente, estas urbanizaciones pegadas a la villa -se llega por la continuación de la avenida 3 de Gesell- pertenecen al mismo partido, es decir, tiene jurisdicción la autoridad geselina. Como ellas ahora, así se veía el primitivo poblado de don Carlos hace 30 años atrás, dicen memoriosos pobladores. Y, en verdad, todo el sector seduce por lo pintoresco y recuerda el ambiente setentista. Mucho cuidado por los pinares, el aire puro, lejos de toda contaminación y velocidad citadinas. En cuanto al alojamiento la disponibilidad incluye a los tiempos compartidos, con los servicios de primer nivel que uno puede esperar. Tanto gasoleros como exigentes disponen allí de lo que necesitan.
Para los que todavía se quedan la alternativa es la Reserva Cultural y Forestal Pinar del Norte, donde entre los aromas de pinos, eucaliptus, acacias y cipreses aguardan pacientemente a sus visitantes el Museo Histórico Municipal (primera vivienda del fundador), el chalé de don Carlos Gesell -ambos, un peso la entrada-, el vivero, un espacio habilitado por la Asociación Apícola con su oferta de miel pura, y el Taller del Bosque, con esculturas deslumbrantes.
Y hablando de sabrosuras, es famosa la repostería de Hans el Alemán, en la 4 y 110. Sus tortas (a precio justo, según el gusto de 15 pesos para arriba) tientan al más pintado.
A la altura de la 128, entrando al mar, el muelle de pescadores (dos pesos el acceso) congrega a los devotos del reel y el mediomundo (se alquilan por tres pesos la hora).
De marcha
Cuando la luz va decayendo, es hora de partir. Desarmar la sombrilla, plegar las reposeras, bolsos al hombro y prepararse para la seguidilla nocturna. Don Carlos, el fundador, en algún lugar sonríe. En su villa todo marcha alegremente.
Se suceden los carteles anunciando las actuaciones en el Atlas y en el San Martín: Jairo, María Martha y Estela Raval, Ráfaga, Luis Landriscina. En la Casa de la Cultura también se presentan China Zorrilla, Rolando Hanglin, Rudy Chernicof. A otras atracciones no menos espectaculares, de acuerdo al improvisado y multitudinario auditorio que se forma en su entorno, invitan los callejeros que dividen la avenida Tres -convertida en generosa peatonal- en diversos sectores, para todos los gustos. En dos funciones anuncian sendas actuaciones Los Tipitos, rosarinos que en el cruce del paseo 107 arremolinan oleadas de caritas frescas; los Ote (todo un suceso) cortan literalmente el tránsito peatonal hasta la pared, y el dúo Tangorditos hace delirar al público desprevenido. Mientras tanto, nosotros seguimos pensando en Gesell.