Año CXXXIV
 Nº 49.018
Rosario,
domingo  04 de
febrero de 2001
Min 20º
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Apuestas por una renovación de la poesía
Gabriela Saccone, Beatriz Vignoli y Pablo Makovsky fueron premiados en el Concurso Municipal Felipe Aldana

Beatriz Actis

Como resultado del Concurso Municipal de Poesía "Felipe Aldana" 2000, con un jurado integrado por Concepción Bertone, Raúl García Brarda y Martín Prieto, la Municipalidad de Rosario ha dado a conocer a través de su editorial los volúmenes "Medio cumpleaños", de Gabriela Saccone (segundo premio), "Almagro", de Beatriz Vignoli y "La vida afuera", de Pablo Makovsky (ambos, mención especial en el certamen), todos de pareja y destacable calidad literaria. El primer premio fue obtenido por "Desde la tierra y el aire", de Carlos Piccioni (comentado en este suplemento en la edición del 31 de diciembre pasado).
Gabriela Saccone (Rosario, 1961), en "Medio cumpleaños", impone una mirada tangencial sobre lo cotidiano y esa belleza en la percepción de lo prosaico crea un universo singular en el que las interrogaciones sobre la naturaleza disparan reflexiones ("¿Por qué, si la gota resbala/ de hoja en hoja, suave/ hasta caer, entre muchas otras, al pie de la higuera,/ incluso si la rama se mece/ y facilita a cada gota su caída,/ el alma busca en la máxima quietud/ la rama torcida y la hoja más áspera") y el recuento de lo rutinario construye un espacio poético de original intensidad ("Una vecina llamó a mi puerta / pidiéndome un favor / en consideración a su vejez (...)/ desaté el lazo de su pelo/ y hasta las puntas vi caer/ granos de arroz, pétalos de jazmín / cuando mis manos iban y venían / por su cabeza untada de shampoo").
En cuanto a "Almagro", de Beatriz Vignoli (Rosario, 1965), muchos de su poemas son deudores de una estética despojada en la que la palabra se construye a partir de la percepción del espacio ("sigue siendo un misterio / el espacio entre las cosas") y en este sentido resulta significativo que el libro esté dedicado a la poeta Beatriz Vallejos, cultora y referente de una escritura armónica y reveladora de una naturaleza minuciosa, escritura de la que Vignoli parece heredar el lirismo de textos concisos ("Los mares plateados del otoño/ encanecidos por la espuma") y también la pluralidad de percepciones que permite una sensorialidad abierta ("El olor a animal silencioso/ del río/ mezclado con la intensa, hedionda dulzura/ de las flores del palo borracho./ Agregar a esto que las gotas de lluvia/ en la plaza desierta/ cavan en la arena diminutos cráteres/ alrededor del viejo tobogán de hierro/ pintado de amarillo"). Otra serie de versos de "Almagro" incluye una narratividad más cercana al relato de recorridos suburbanos plagados de visiones fugaces de los bordes de la ciudad, pero siempre a través de la mirada situada en los lugares ("Noches en que la felicidad / es la cabina del estacionamiento / vista del otro lado de la plaza...") y en las cosas ("la forma que tenían las cosas/ filtradas por el horror..."). En esta poética, la única certeza parece ser el lenguaje que, como otra mirada, deja su marca en el paisaje ("Sobre las franjas negras y amarillas/ del estacionamiento/ alguien ha escrito, con aerosol,/ un nombre" - "... lo único que ocurre es el lenguaje").
En los poemas de "La vida afuera", Pablo Makovsky (Uruguay, 1963) crea la ficción del registro de vida de Pedro Rudenko, militante clandestino del Partido Socialista Uruguayo, que en 1977 llega desde su país a Rosario para contactar a un sindicalista local tras la pista de Baltasar Betancur, vicepresidente del partido y aparentemente exiliado en Francia, pero que en realidad ha sido secuestrado por la Triple A y está preso en algún lugar de Rosario ("Recorrer una ciudad/ es como recorrer una casa. Esta es una casa ajena,/ pero tengo una misión y eso/ aligera el peso de ser extranjero...").
Rudenko desaparece en 1981 y deja un cuaderno de notas. Los textos recuperan la "Residencia en Rosario" (en la primera parte: "Si vienen a buscarme/ no voy a decirles/ que no quiero morir./ No voy a decirles nada./ Pero deberían saber/ que no quisiera/ haber vivido/ lo que viví/ en silencio") y los recuerdos de la niñez en el Uruguay, en la segunda parte ("Perros e infancia"): "La infancia es uno de los lugares/ al que siempre vuelvo/ y el único/ al que nunca llegaré", en un espacio de cruces entre ritmo narrativo y minucioso trabajo poético de la palabra, espacio que aúna además preocupación social e indagación metafísica ("Vivir es fracasar; ¿quién puede/ permanecer adentro de una vida que está afuera?").
En el texto de contratapa de cada uno de los libros, de cuidada edición, se señala con acierto a modo de síntesis que Vignoli, a través de "una mirada pictórica" construye una suerte de objetivismo que sin embargo, en vez de falta de elocuencia, impone emotividad y reflexión; que Makovsky reúne en la dualidad de un texto "anfibio" la intensidad de la poesía y "los elementos digresivos de la prosa", y que en la notable escritura de Saccone oficia como motor "el deseo como condición de quiebre del patetismo" ("El lazo de amor resiste la sequía en su maceta/ entre diarios viejos tirados/ y latas de pintura o aguarrás,/ la perra deja bodoques de arroz/ con razón, en su plato. / Frente al tiempo y el espacio sudo,/ quiero abismo adelante, atrás, pero están las cosas que recuerdo a pesar mío").



Saccone crea belleza en la percepción de los prosaico.
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