Año CXXXIV
 Nº 49.017
Rosario,
sábado  03 de
febrero de 2001
Min 18º
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Editorial
Talleristas en problemas

Hace unos días este diario se ocupó del problema que, a raíz de las constantes innovaciones tecnológicas, afrontan hoy los talleristas independientes. Se trata de un problema serio, que merece atención. Tanto como que en nuestra ciudad peligra la subsistencia de gran parte de las 3.200 unidades de servicio (motor, electricidad, gomería y chapa y pintura), con el consecuente agravamiento de la desocupación. En similar situación están a punto de ingresar los repuesteros, un gremio que se nutre de la misma demanda: la necesidad natural de atención y reparación que padece cualquier vehículo en cualquier lugar del mundo.
Según los propios talleristas, sus padecimientos responden a que las fábricas y terminales automotrices retacean la información técnica y los manuales correspondientes a los nuevos modelos. Se trata de una situación que pudo ser sobrellevada con los correspondientes a 1998 y 1999, pero que, desde el año pasado, se ha tornado insostenible. Esto como consecuencia de las profundas modificaciones técnicas, entre las cuales se cuenta la implantación del número de "bin", que identifica al auto y al cual es imposible acceder sin los códigos digitales.
Para los talleristas independientes, el retaceo -o la negativa lisa y llana- de esa información vital para el desarollo eficaz de su cometido obedece a que las fábricas favorecen a los concesionarios de las marcas y a los establecimientos de reparación por ellos reconocidos.
Sea por tal u otra razón, lo cierto es que la aparición de este problema en un momento tan crucial del desenvolvimiento económico genera zozobra justificada en un amplio sector. Zozobra que sobrepasa la indefectible y siempre dramática pérdida de una importante fuente de trabajo más. Tanto como que se extiende a un sector de la sociedad muchísimo más amplio, como es el de los usuarios del automóvil, quienes de tal manera, a la larga o a la corta, se verán impedidos de solicitar la asistencia de su mecánico de confianza, aquel que hace años atiende sus requerimientos.
Más todavía. Resulta indudable que en las ciudades grandes siempre habrá a disposición de la demanda uno o varios talleres autorizados para afrontar el mantenimiento y la reparación de los modelos más modernos. Pero también está claro que ello no será así en las localidades más pequeñas; esas a cuyos salvadores mecánicos cualquier automovilista enfrentado con una emergencia en viaje ha tenido que recurrir en alguna oportunidad.
Por otra parte, más allá de compromisos y posturas comerciales, flaco favor puede hacerle a cualquier marca de automóvil que encontrar un un taller donde reparar a sus unidades en una emergencia resulte una verdadera odisea. Es así como el sentido común indica que hay que comenzar a operar de otra manera sobre la materia.


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