Año CXXXIV
 Nº 49.014
Rosario,
miércoles  31 de
enero de 2001
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Cuando el tabaco entra en casa

Si bien la mayoría de los niños y adolescentes que comienzan a fumar a temprana edad lo hacen influidos por algún integrante de su grupo de pares que ya ha tenido previamente contacto con el cigarrillo, también es cierto que los padres fumadores pueden ejercer un influjo igualmente nocivo sobre sus hijos en lo que respecta al tabaquismo.
"Está demostrado que si los padres fuman es más factible que sus hijos también resulten fumadores en el futuro", señala Fernando Verra, médico neumonólogo diplomado en tabaquismo en la Universidad de París (Francia), que se desempeña en el Servicio de Neumonología del Hospital de Clínicas de Buenos Aires.
Un reciente estudio del departamento de pediatría y medicina preventiva del Children"s Memorial Hospital de Chicago, Estados Unidos, publicado en la edición de enero de Archives of Pediatrics & Adolescente Medicine lo confirma: el trabajo realizado en 124 estudiantes secundarios reveló que la mayoría de los adolescentes fumadores tenían un familiar fumador. Y si el familiar en cuestión es uno de los padres, peor.
Según una encuesta realizada recientemente sobre 1.304 estudiantes de 30 escuelas secundarias por el comité "Salud o tabaco" de la Secretaría de Salud del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, quienes tienen un familiar fumador incrementan un 16% el riesgo de adoptar este hábito, pero cuando el familiar fumador es el padre la cifra trepa al 22%.
"Pudimos comprobar que el medio familiar influye en la adopción del tabaquismo por parte de los niños y los adolescentes", afirma Isidoro Hasper, coordinador del estudio y director de la carrera de especialista en neumonología de la Universidad de Buenos Aires.
¿Qué pueden hacer entonces aquellos padres fumadores para evitar que sus hijos adopten el hábito? "Dejar de fumar es lo más saludable, tanto para ellos como para sus hijos que imitan en muchos aspectos a sus padres y de alguna manera los tienen de ejemplo", no duda en responder Verra.
Sin embargo, los tratamientos para dejar de fumar a veces son extensos y no siempre logran su cometido; o sencillamente una persona puede considerar que no le ha llegado el momento de emprender la ardua lucha contra un hábito tan arraigado en la personalidad y la vida cotidiana. Es necesario probar entonces otras estrategias.

Caminos alternativos
Si los padres no quieren o no pueden dejar el tabaco, deben buscar caminos alternativos para impedir o, al menos, dificultar el pasaje a sus hijos de esta conducta perjudicial para la salud. Y esos caminos ya están delineados. "En caso de que una persona que tiene hijos no deje de fumar, que es lo ideal, es conveniente que entonces evite fumar en presencia de ellos", sostiene Verra, quien también forma parte del equipo de neumonólogos especialistas en tabaquismo de la Liga Argentina de Lucha Contra el Cáncer (Lalcec).\Pero para evitar transmitir el hábito no basta con no mostrarse fumando, porque éstos siempre hallarán la forma de enterarse de si sus padres fuman o no. También es necesario que subrayen firmemente su carácter perjudicial. "Cuando los padres hablen sobre el cigarrillo ante sus hijos deben mencionarlo como un mal y no como un placer", sugiere Verra. "Deben dejar en claro que fumar es una conducta perjudicial a la que adhirieron en el pasado y que no pueden dejar. El tabaco debe ser puesto en el mismo nivel que las otras drogas, ya que produce tanto daño y es tan adictiva como ellas, con el agravante de que está aceptado socialmente". Los fumadores tampoco deberían descansar en la esperanza de que la rebeldía inevitable de los hijos adolescentes se traduzca también en una oposición al hábito que vieron en sus padres: "Jamás ha sido demostrado que suceda de esta forma", dice Verra.\En cambio, cultivar una buena relación con los hijos juega un papel importante. Un estudio sobre 4.500 estudiantes norteamericanos que va a publicar la edición de febrero del Health Education & Behavior confirma que aquellos adolescentes que perciben que sus padres los quieren, los escuchan, los respetan y los toman en serio son menos propensos a encender el cigarrillo.\Sebastián A. Ríos


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