| | Andando la noche Pasión y sed mal apagadas
| Marcelo Menichetti
El inclemente verano obliga a los rosarinos a buscar el esparcimiento a cielo abierto. El Anfiteatro Municipal Humberto de Nito se convirtió, aunque un poco tardíamente, en una de las opciones que, tanto con su show inaugural como con el ofrecido por los tangueros el sábado pasado, convocaron a una multitud de adeptos a la música. También ya resulta un paisaje habitual ver, tanto en la explanada del Parque de España, como en el Parque Urquiza, el Parque de las Colectividades y los nuevos espacios recuperados a la vera del río, a cientos de hombres y mujeres que, hastiados del calor, se trasladan con sus mesas y sus sillas para hacer sus picnics nocturnos que le permitan gozar de un poco de frescura costera. Uno de esos amantes de la naturaleza aunó pasiones y se llevó consigo un televisor a los terrenos recuperados en la novísima avenida General López. Allí, el entusiasta señor provisto de un balde de hielo con champán, y acompañado por su numerosa familia -que consumía la más prosaica y popular sangría en jarras de plástico- se dedicaron el sábado último a ver la anteúltima luna del Festival de Folclore de Cosquín mientras gozaban de la mezquina brisa proveniente del río. Por razones que no se pudieron establecer -pero que se suponen- cuando promediaba la actuación de Peteco Carabajal y las chacareras sonaban en alucinante sucesión, una pareja de la familia salió a bailarla sobre la pista de tierra -como suele hacerse bajo los aleros santiagueños-. La escasa estabilidad de bailarín provocó que, en la segunda, cuando la sangre hervía en las venas y a la hora del zapateo, el criollo se fuera barranca abajo y, milagrosamente, quedara colgado de una rama. Lo rescataron entre todos y el jefe del clan sentenció: "Eso pasa por tomar ordinario".
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