Año CXXXIV
 Nº 49.011
Rosario,
domingo  28 de
enero de 2001
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Los cien rosarinos que cruzaron la cordillera dijeron "misión cumplida"
Emoción en el techo de América con un Cristo Redentor de testigo
La expedición atravesó los Andes a lomo de mula desde Mendoza por el camino del ejército sanmartiniano

Claudio Berón

Cordillera de los Andes (enviado especial).- El contingente llegó al Cristo Redentor y se fundió en un abrazo, tras encontrase con el grupo que venía desde Chile. Era el momento más emotivo de un ascenso que había comenzado siete días antes, y que para algunos marcó un antes y un después en sus vidas. Habían recorrido más de 300 kilómetros a lomo de mula entre montañas escarpadas, ríos y planicies áridas. Eran los cien rosarinos que cruzaron los Andes por el mismo camino que lo hicieran los granaderos del general San Martín, y que el jueves alcanzaron la meta: el Cristo que se yergue a más de 4 mil metros de altura.
Las horas del cruce por Uspallata pasaban entre el tranco corto y el galope aislado de las mulas. El paisaje y la soledad daban esa magia que e une a los seres humanos en una geografía poco habitual.
En la parte final del trayecto se vadearon ríos de montaña, algunos caudalosos, lo que implicó usar toda la experiencia que se logró en los cinco días previos de marcha.
El grupo que fue por Los Patos se encontró con el otro en Puente del Inca. "Hizo mucho frío y los precipicios son más escarpados. No fue fácil llegar a los 5 mil metros, el aire faltaba" comentaba Marcelo, un veterano de Malvinas. En toda la marcha los grupos estuvieron en contacto y al unirse se vivió un momento de emoción.
Cada descanso se hacía al sereno o en destacamentos militares. Todas las mañanas el padre Leandro Fernández -26 años y excelente jugador de fútbol- celebraba una misa. Los "viva la patria" no tuvieron un lugar destacado y el Himno Nacional se cantó sólo en los actos oficiales. Sin embargo, el espíritu sanamartiniano estuvo presente en todo momento.
El tramo final fue desde Polvaredas a Puente del Inca y desde allí al Cristo, a 4.300 metros de altura. El ascenso no fue sencillo; la montaña presenta sendas muy estrechas, y el vacío impresiona. "Si se asustan no miren para abajo", gritaba el jefe de la expedición, Víctor Hugo Rodríguez, mientras las mulas atravesaban la cornisa y la pared del cerro bajaba unos 300 metros.
Para llegar al Cristo hubo que sortear una lengua de hielo que se extendía unos 80 metros sobre la ladera del cerro que se corona con la imagen sagrada. Los expedicionarios estaban cansados y el frío y el viento eran insoportables en la colina.
En esos tensos momentos los hombres del Regimiento de Infantería de montaña tomaron un protagonismo excluyente; Rosales, Pizarro, Bogado, Argüelles, Delgado, y tantos otros que acompañaron al contingente, eran responsables de que los expedicionarios pasaran el desafío.
Finalmente, el grupo que partió de Rosario conformado por tucumanos, bonaerenses, formoseños y mendocinos alcanzó la cumbre y se fundió en un abrazo tras encontrarse con el grupo chileno que cruzó desde el vecino país. "No hay palabras para contar esto", dijo Nelly entre lágrimas, una mujer de 60 años que formó parte de la expedición; "tu vida se replantea frente a esto, las ópticas cambian", enfatizó otra expedicionaria.
"Gracias a Dios y la Virgen llegamos sin problemas y honramos al padre de la patria. Soy un lobo que defiende su manada de los rigores de la montaña, y el objetivo está cumplido", expresó Rodríguez.
Al otro día, el contingente se dirigió a la cuesta del Chacabuco y se realizó un acto de hermandad entre argentinos y chilenos,
Atrás quedaban los fogones y el buen vino tinto mendocino, las noches y los días interminables, y los cielos brillantes. El grupo pasó tal vez la prueba más difícil de todas; recorrer el camino en el que empezó la patria y superar el techo de América.



Los expedicionarios sortearon escarpados precipicios.
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