Año CXXXIV
 Nº 49.011
Rosario,
domingo  28 de
enero de 2001
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Editorial
Un tema que debe debatirse

Está claro que el de los cuidacoches es un tema que hay que debatir. Hay que hacerlo por diversas razones, la primera de las cuales tiene que ver con que, al margen de que algunos puedan contar así con una fuente de ingresos, esa actividad afecta el desenvolvimiento normal de un muchísimo mayor número de vecinos. Ese que utiliza su vehículo particular y que, en la inmensa mayoría de las veces y sin que realmente se le preste ningún servicio concreto, a cambio de que se le permita estacionar con tranquilidad en un lugar público, se ve compelido a retribuir con un pago, cierto que modesto, a quien, sin atribución alguna, se propone como guardián de su patrimonio. Ello si es que el conductor quiere evitar alguna sorpresa desagradable al retornar a su vehículo, que puede terminar estropeado.
La explotación del negocio de cuidar autos puede ser a título individual, o como parte de un grupo, o en calidad de instrumento de alguna organización superior, como se dice que ocurre vistos otros casos conocidos y el pingüe negocio que representan algunos lugares. Por ejemplo la zona de la Estación Fluvial. Esto último es algo que las autoridades deben investigar por sus posibles implicancias delictivas.
El tema de los cuidacoches es un verdadero problema de muy difícil solución. Se diría que de imposible solución hasta tanto cambien las condiciones sociales y económicas del país. En otras palabras, hasta que exista trabajo genuino y decentemente remunerado para todos o el Estado desarrolle con mayor eficiencia y extensión la labor social que, sin dudas, le compete. Labor que, conviene no olvidar, los contribuyentes financian con sus impuestos.
Los abrepuertas en las paradas de los taxis, aquellos que limpian parabrisas en los semáforos, los vendedores ambulantes, que más que tales son comerciantes con verdaderos negocios que todo los días erigen en las aceras del centro; la cada vez mayor proliferación de mendigos en las peatonales y varios puntos estratégicos del otrora señorial y con pretensiones Paseo del Siglo y los cuidacoches han modificado de manera dramática la fisonomía urbana de Rosario. Por supuesto, lo han hecho negativamente. Una contradicción con los esfuerzos oficiales y privados por convertir a la ciudad en un centro receptivo del turismo.
Sin dudas que el caso de los cuidacoches merece un amplio debate de toda la sociedad y de los poderes públicos. Hay que generar nuevas iniciativas para encontrar una verdadera solución al problema. El asunto es darlas a luz y empezar a discutirlas para así evitar, como bien advirtió a este diario el camarista penal Otto Crippa García, que el día de mañana vengan algunos a querer imponer el cuidado de las casas o hasta de los hijos. Con ello ocurriría otro lamentable triunfo de la prepotencia, que aquí y en cualquier lugar siempre representa una manifestación de la decadencia de la sociedad y la deserción de sus instituciones.


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