| | cartas Distribución de profilácticos
| Ante los muchos profilácticos que recibirán los jóvenes en lugares públicos me pregunto como madre: ¿por qué no enseñamos a nuestros hijos desde pequeños el valor de su cuerpo, que nadie debe tocar ni ultrajar? A medida que crecen, comprenden y agradecen esta sabia enseñanza, ya que las relaciones sexuales sólo se permiten en la pareja casada. ¿No es el lema de casi todos los credos? Los padres somos responsables de hablarles de la castidad a nuestros hijos, sin tomar a la ligera la observancia de este valor. ¿No es inmoral que los jóvenes reciban profilácticos para propiciar las relaciones sexuales? Tenemos influencia y poder para corregir los males existentes que destruyen a la juventud. Mantengámonos informados y digamos "no" a toda clase de anormalidad. Para muchos es normal desobedecer las leyes del país y de la castidad incitando a una despreocupación por los principios morales que están desde que comenzó este mundo y no cambiarán jamás. La integridad personal, la honestidad y la conducta moral son la esencia de la democracia. El joven no puede abandonar estas cualidades. El método más seguro de enfrentar al sida es enseñar a los jóvenes la ley de castidad y advertir a los que nos gobiernan que serán responsables de la languidez moral que nos rodea, el influjo del materialismo sobre los valores morales, el creciente desprecio por la ley y el orden. La democracia es una preciosa herencia, su base es la libertad, su expresión es la voz del pueblo, pero existen influencias peligrosas que hoy están abriendo brechas en ella. Demos como padres un ejemplo de obediencia a la ley de castidad para que nuestros hijos nos sigan. Alba de Giménez
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