Año CXXXIV
 Nº 49.011
Rosario,
domingo  28 de
enero de 2001
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Carnavales en Venecia: Entre la magia y la realidad
En la ciudad del norte italiano conviven canales con edificios que parecen salidos de un cuento de hadas. El mes próximo, en la plaza San Marcos, desfilarán las máscaras, mimos y músicos

Sandra Bustamante

Disponemos de innumerables poemas, novelas, cuentos, confesiones, relatos de viajes y correspondencias sobre Venecia, sin embargo, esta ciudad no resulta apasionante para los que la toman sólo como un lugar más en el mapa. Sólo puede dimensionarse a través del arte, la música o la escritura, el verbo o la pintura, la arquitectura o la poesía. Porque es una ciudad artista para las almas artistas. Esto se afirma particularmente durante los festejos del carnaval, cuarenta días antes de la Pascua. Mientras para algunos la palabra carnaval procede del término latino medieval carnelevarium, "quitar la carne", aludiendo a la prohibición de comer carne durante los cuarenta días cuaresmales, para Jacob Burckhard, el vocablo proviene de los carros en forma de naves usadas en festividades paganas, y de cuyo nombre -carrus navalis- quedó el recuerdo en la palabra carnaval.
En una entrevista a Massimo Cacciari, intendente de Venecia, que además es filósofo, dijo: "Entre cierta idea de la ciudad y la figura de un ángel existe una relación muy estrecha. El ángel nos enseña que las palabras no existen solamente para designar, para estar al servicio de la cosa, sino que son sobre todo imágenes del intelecto. La ciudad tampoco es una máquina para ser habitada como la concibe cierta cultura urbanística o arquitectónica. La ciudad es también expresión de una imagen mental, la ciudad también debe ser un mundus imaginalis , y yo diría que Venecia, más que ninguna otra ciudad, representa ese mundo imaginario, y no una máquina para ser habitada".
Mientras algunos consideran a Venecia una forma agotada del ayer, que sólo remite al pasado, Cacciari la ve como una urbe del futuro, del mañana. Incluso, el filósofo la ha llegado a comparar con el cuadro "Boggie Woggie" de Mondrian y a filosofar sobre la estructura de la urbe estableciendo las diferencias entre la grilla heredada del antiguo plano hipodámico griego y un laberinto ordenado.
En la tela de Mondrian, como en la Venecia real, las posibilidades son múltiples. Flujos y fuerzas, líneas de fuga y trayectos, tiempo especializado o espacio temporalizado, microorganismos independientes y totalidad conformada a partir de esas partes autónomas. Lo que es válido para el cuadro, es también pertinente para la ciudad.
En Venecia conviven canales donde navegan barcas, góndolas y "vaporettos" con edificios salidos de cuentos de hadas: el Palacio de los Dux, el Campanile, la Iglesia de Santa Maria della Salute, el león alado, los cuatro caballos de bronce de la Basílica, y hasta los dos patronos, San Teodoro, el primero, y San Marcos, el definitivo.

La residencia de Casanova
Como si el lienzo de Canaletto "Muelle de San Marcos y Gran Canal" hubiese cobrado vida y volumen, Venecia despliega su certificado de autenticidad ante nuestros ojos. El impacto visual, esos ribetes de palacios en encaje, seda y cristal detenidos en el tiempo con que refulge hermosa e imposible, ponen en entredicho qué estuvo antes en ella, si la realidad o la magia. Las constantes que la han declarado mito del carnaval; lujuriosa residencia de Casanova; eslabón con el Oriente de Marco Polo e impecable reina de las telas adamascadas; el cristal de Murano y las especias sobrevivirán por siempre.
El ingenio y la magnificencia que se ponen en juego en los días de carnaval y que constituyen uno de tantos mundos imaginarios tienen hondas raíces en el pasado, específicamente en la Italia del Renacimiento, caracterizada por la libre convivencia de todas las clases sociales y por la fantasía, el buen gusto y el desparpajo con los cuales se organizaban. Constituían un verdadero tránsito de la vida al arte.
De las procesiones, describe Burckhard, va surgiendo el "trionfo" o cortejo de grupos, con indumentaria especial, en carruaje y a pie, con carácter predominantemente religioso al principio y luego cada vez más profano. Se combinaba el espíritu representativo de la ciudad con poesía, mitología e imaginería simbólica.
En aquellos carnavales de Venecia, se organizaban "trionfi" de caudillos militares de la Roma antigua y otros de refinado gusto y significación más general. Las embarcaciones daban a los festejos una gran magnificencia. Navíos con tapices, guirnaldas, tritones y ninfas; fragancias en el aire. A ello se sumaban bailes, desfiles y representaciones de toda índole, en la que nobles y plebeyos lucían máscaras, junto a bufones y cantantes que recitaban versos escandalosos.
Entre las máscaras se destacaban la Envidia con cuatro caras con gafas en una misma cabeza; los cuatro temperamentos con sus correspondientes planetas; las tres Parcas; el doctor de la Peste (traje que recrea a los médicos medievales, con protector para la cara en forma de pico y túnica negra) y la Colombina.
Los participantes de los festejos se entretenían haciendo bromas y danzando. En Venecia los festejos alcanzaron el máximo esplendor y extravagancia en el siglo XVIII. Pero la industrialización dejó escaso tiempo libre, por lo que el carnaval perdió fuerza, resurgiendo con ímpetu a partir de 1979. Desde ese año pudimos volver a marearnos de nostalgia, trasladándonos a otras centurias y a disfrutar de la euforia del festejo, que comienza siempre en el sitio emblemático de Venecia: la plaza San Marcos.

El inicio de la fiesta
Para el 2001 está todo organizado, combinándose los festejos públicos con aquellos reservados para unos pocos. El 17 del mes próximo a las 16 comenzarán en la plaza y allí podrán verse cientos de máscaras, mimos y músicos, que danzarán hasta cerca de la medianoche. A las 17.30 de ese día, el Gran Caffé Quadri organizó el primer brindis y aceptará sólo a quienes estén disfrazados y tengan una reserva previa.
Por la noche, en el lujoso Europa & Regina Hotel se llevará a cabo un baile en el salón principal, cuyas ventanas dan al Gran Canal. La consigna es ir vestido al estilo oriental, porque la reunión está dedicada al antiguo Egipto.
Como los nobles viajeros de los siglos XVIII y XIX, los concurrentes serán recibidos por bellas bailarinas, magos y acróbatas. Cena gourmet y bailes hasta bien entrada la noche serán de la partida para la primera noche de festejos en el mismo lugar donde se degustó por primera vez el café turco (alrededor de 1725). Quizás los fantasmas de Stendhal, Dumas, Byron, Wagner y Proust ronden esa noche el símbolo de la suprema gastronomía y la hospitalidad.
El 18 de febrero el "Volo della Colombina", la más antigua ceremonia del carnaval (un pájaro mecánico volando desde la torre de San Marcos), asombrará al mediodía a turistas desprevenidos y a venecianos expertos. Los más privilegiados podrán asistir a un almuerzo en el Hotel Danieli, maravilloso en tradición y cortesía, diseñado en el siglo XIV para satisfacer las demandas de la nobleza europea que visitaba la ciudad.
A las 17 se realizará el desfile de embarcaciones, en el que cientos de barcas y góndolas recorrerán la calle más fascinante del mundo: el Gran Canal, desde San Marcos hasta el Cannaregio. Conocido por los venecianos como el Canalazzo, discurre por el corazón de la ciudad siguiendo el curso de un antiguo río. Recordemos que las hileras de palacios que bordean el serpenteante curso de agua fueron edificadas a lo largo de unos 500 años, y representan parte de la más bella arquitectura de la República.
Todos los años se organiza un maravilloso programa para cada día: recorridas en góndola que parten desde el Hotel Gritti; chocolates en el Hotel Luna Baglioni y el más maravilloso baile que pueda imaginarse y que se repite año tras año: "Il Ballo Tiépolo".
El baile oficial del carnaval de Venecia es una entrada al mágico mundo del siglo XVIII. En el resplandeciente palacio Pisani-Moretta, construido en el siglo XV, muestra de arquitectura gótica con vista al Gran Canal y con frescos de Giovanbattista Tiépolo, se disfrutan bebidas supremas y manjares, se escuchan orquestas que recrean infinidad de melodías y se mantiene una consigna: estar vestidos con disfraces de aquella época.
Lo más recomendable es llegar al "Palazzo" en góndola. Tras degustar un aperitivo, un maestro de ceremonias lo llevará a su mesa en el primer piso. Mientras cena podrá ver personalidades famosas y disfrutar de la música, acrobacias y representaciones teatrales. Cada año se premia el mejor disfraz de la noche con un romántico fin de semana para dos personas en el hotel Danieli. Tras la cena podrá bailar valses en el primer piso o volver a la planta baja a disfrutar de una banda de música moderna. Como anualmente se acostumbra, en el Hotel Danieli se sirve el "brunch" (breakfast/lunch) de carnaval, a posteriori del baile.

Máscaras versión 2001
El 23 de febrero, tras el baile de máscaras de la Plaza San Marco al son de orquestas que interpretan bailes austríacos, se presentarán las más bellas máscaras del carnaval, uno de los momentos más esperados de los festejos. Por supuesto, la tierra de Vivaldi no deja de lado los conciertos barrocos y en esos días se disfruta de su música en el Atheneum San Basso, iluminado por velas y antorchas.
Hay otros bailes en esos días, el Danieli celebra a la Venecia romántica del siglo XIX; en el Palazzo Vendramin dei Carmini se convoca a las "sombras del amor" entre maliciosos juegos del siglo XVIII, adivinadores y teatro de sombras; y en el Antico Salone "La Bauta", se lleva a cabo "Il Carnevale degli artisti" en un circo decorado como un teatro de fines del siglo XIX, en el Campo San Polo, con artistas nacionales y extranjeros.
Puede alquilarse un traje en el "Costume Atelier" o en el "Atelier Pietro Longhi" perteneciente a distintas épocas, y hacerse maquillar o peinar según el estilo que elija. Un día de alquiler de opulento aire Casanova puede costar entre U$S 100 y 300, comprarlo alrededor de U$S 2.000.
Venecia tiene encantadores hoteles, imaginados desde la melancolía, cautivadores y deliciosamente decadentes. Escenografías que, en sus ejemplos más señeros, recrean la Venecia carnavalesca del Settecento, tal y como se observan en las pinturas de Longhi, Guardi y Canaletto.
A quienes sondean sus posibilidades mágicas, la ciudad se limita a devolverles fielmente su propia imagen. La ciudad no es solamente para turistas ansiosos por sumergirse en el triángulo desplegado entre el Puente de Rialto, la Plaza San Marcos y la Academia. Es la ciudad del Tintoretto, del Veronés, de Vivaldi y de Gabrielli; es la ciudad de Casanova y de cada uno de nosotros. Venecia es un espejo, un lugar para infinitas proyecciones.



Los carnavales, una puerta de entrada al siglo XVIII.
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