Año CXXXIV
 Nº 49.011
Rosario,
domingo  28 de
enero de 2001
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Saer y el misterioso orden del universo

Rubén Chababo

Hacia comienzos de la década de 1980, Juan José Saer dio a conocer una serie de textos que sin llegar a pertenecer a la categoría de cuentos podían ser clasificados como breves destellos poéticos en los que se amalgamaban tanto las formas del ensayo como las de la ficción narrativa. Habían sido escritos en el transcurso de la primera mitad de la década de 1970 y le seguían a una serie de textos ("En la zona", "La vuelta completa", "Cicatrices" y "El limonero real") en los que lenta y laboriosamente había ido fundando las bases de uno de los proyectos literarios más deslumbrantes de la literatura contemporánea. Un proyecto caracterizado por un constante encabalgamiento en el que sus textos, a modo de eco van reclamándose unos a otros a la vez que formando parte de una urdimbre de nombres y espacios geográficos conocidos sobre los que Saer explora con magistral sabiduría el espesor de la lengua.
Cada nuevo texto de Saer se instala en la fisura dejada por las narraciones anteriores (deliberadas lagunas, agujeros, zonas de sombra, elipsis que convocan a otros textos) y de ese modo toda su obra puede ser vista como una especie de móvil en el que cada pieza que se agrega modifica al resto, a la vez que funciona como una digresión. Casi treinta años después de esos destellos narrativos reunidos bajo el título de "La mayor", da a conocer "Lugar", un libro que podría ser visto como un nuevo empeño por parte del autor por expandir los márgenes de reflexión en torno a las posibilidades del lenguaje en su anhelo por nombrar al mundo. Si se lo compara con sus textos anteriores, "Lugar" es heterodoxo en su temática y en la caracterización de sus personajes. El calor y la luz encandilante de la siesta santafesina en torno a los que se fraguaron buena parte de sus antiguos "Argumentos", han dado lugar ahora a una geografía más amplia en las que se confunden ciudades americanas y ciudades europeas, sobre las que irrumpe, siempre, el misterioso enigma de lo real.
"Lo que une a estos textos es su variedad irresoluta que equivale a la de nuestra experiencia -dice Saer-. Si reduje el título al mero sustantivo fue para sugerir que hay un solo lugar, inabarcable y sin cesuras que es el Universo enigmático en el que vivimos y cuya carga, día a día, en nuestros hombros, del nacimiento a la muerte, soportamos". Así, el amplio Universo de "Lugar" cobra forma en un andén de trenes de una estación española, en la Place Vendome de París, en un mercado vienés, en el corazón de un bosque contaminado por la radiación. También en la luna y en el minúsculo espacio contenido en la planta de un pie.
En vez de concebir una novela total, polifónica, inclusivista, enciclopédica, en la que todas las experiencias del mundo pudieran contenerse, Saer parece haber apostado a reunir, fragmentariamente, parte de esa totalidad para entregarla a sus lectores bajo la forma de un mapa múltiple en el que diferentes personajes, en variados escenarios, confrontan su sensibilidad con el orden mutante y caótico que signa su relación con el Universo. Los lugares, así pertenezcan a culturas diversas, a geografías distantes, evaporan sus fronteras para definir una más compleja territorialidad que trasciende las convencionales definiciones de espacialidad. Se trata aquí también de una ampliación de ese ars poética que ya había sido formulado en "La mayor" y que ahora vuelve a cobrar forma en nuevas zonas de su producción como las que diseñan algunos textos como "Madame Madeleine" o "Lo visible".
Así, el enigma que prodiga a nuestra variada sensibilidad la existencia del mundo, las complejas relaciones entre lo real y lo imaginario, las vacilantes líneas que separan el sueño de la vigilia son los cimientos que le sirven una vez más a Saer para seguir construyendo, con una sintaxis singular y un uso de la lengua española único en su género, una mirada fascinada sobre el mundo en la que el ritmo poético acompaña la reflexión argumentativa: "Creo en la literatura como un orden rítmico. Aun los narradores que no son poetas tienen una música propia. No puedo escribir si la frase que escribo no va sonando silenciosamente en mis oídos o en mi mente" -confiesa Saer. Los breves textos de "Lugar" son ellos mismos formas poéticas, entrelazamientos sintácticos en los que se puede ir escuchando ese trabajo laborioso del escritor por alcanzar, en el espesor de la prosa, la rítmica musicalidad que requiere la construcción de los poemas.
A diferencia de muchos de sus contemporáneos y mucho más cerca de los postulados de sus maestros literarios ( Flaubert, Musil, Bernhard, Ortiz, Borges, Pavese o Eliot), Saer nos vuelve a decir con este libro que la verdad de la literatura no radica en otro lugar que no sea el de una búsqueda incesante; y que la experiencia estética es, si se quiere, similar a esa experiencia directa que tras abrir los ojos, cada amanecer, mantenemos con el mundo: intensa y plena de incertidumbre.
También que es esa inquietante incertidumbre la que sostiene nuestra relación con el mundo y que la literatura, como el Universo que habitamos, es a la vez objeto y misterio.



Saer entrega a sus lectores un mapa múltiple.
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