U. G. Mauro
Cosquín (enviado especial).- "Ahora sí empezó Cosquín", se planteaban algunos optimistas al ver que volvían a la plaza Próspero Molina los carteles indicando el lugar de procedencia, la gente haciendo palmas y el colorido desde el escenario. Puntos de vista. También estuvieron los que vieron la botella medio vacía y se alarmaron por el retorno de la gritería que reemplaza al canto hondo, sentido y reflexivo que propiciaba ese hombre que alguna vez dijo, desde una obra como "El payador perseguido", que "el que se larga a los gritos no escucha su propio canto". Los Cuatro de Córdoba, Los Sacha, el humorista Chicharrón y una murga capitaneada por La Gorda María, popular personaje de la provincia, fueron los responsables del primer segmento de la sexta noche del Festival de Cosquín, con clásicos temas populares del Chango Rodríguez, Ica Novo y Francisco Heredia entre valsecitos, chacareras, zambas, canciones urbanas presentadas con el tradicional estilo del conjunto, por lo demás, sumamente aplaudidos por su condición de locales. A esto se sumó la propuesta mucho más joven de Los Sacha, un típico subproducto de la línea "movida joven del folclore", y destinado a cautivar públicos adolescentes y poco exigentes. Hay potencialmente en los Sacha condiciones para elevarse a un plano superior del folclore, pues se trata de músicos técnicamente buenos, que por momentos parecen hacer todo lo opuesto a lo mucho que evidentemente conocen, apostando como muchos otros a lo fácil. El bloque aportó además una murga con rutinas de circo y teatro callejero y Julio Vaca "Chicharronu", el primer humorista que sube a escena en este Cosquín, sus tradicionales cuentos cordobeses no del todo efectivos. La plaza no estuvo llena en su totalidad, pero presentaba en relación a otras noches un panorama más alentador por el alto poder de convocatoria que posee El Chaqueño Palavecino, que puso el broche de oro a otra jornada despareja de este festival. Un artista considerado por algunos como el sucesor de Horacio Guarany, pero que corre con la ventaja de cantar correctamente su propuesta tradicionalista y carpera. Palavecino ofreció fundamentalmente zambas y chacareras, aunque no dejó de lado al chamamé y alguna canción acompañándose con un conjunto de músicos tradicionales, a los que sumó por momentos a músicos no conocidos de las conflictivas localidades de Tartagal y General Mosconi. El ex colectivero que cuenta con una larga trayectoria en su zona, pero hace solo unos pocos años comenzó a contar con el apoyo de una discográfica nacional, reivindicó un espacio dedicado a lo tradicional hecho con sobriedad, respeto y fuerza. También estuvo la música del Litoral con María Ofelia, Los Musiqueros Entrerrianos y Amboé representando a las tres provincias mesopotámicas. Amboé representa a las fuerzas de choque, a los hinchas que alientan a los demás hinchas con un repertorio en el que los clásicos del chamamé son rebajados a lugares comunes, a estribillos que además de demostrar que se los conoce, otorgarían cierta autoridad. El joven conjunto correntino sólo generó estridencia en canciones condenadas al olvido. Lo que no debe pasar al olvido es la lamentable reaparición en escena del Soldado Chamamé, cuya actuación consistió en un parche destinado a ganar tiempo, mientras se preparaban las otras actuaciones, y en una actitud servil que superó con creces el agradecimiento, porque sólo se dedicó a erigirse en un panegirista del conductor Julio Mahárbiz. Por suerte, hubo otra lección de música y originalidad. Fue la que ofrecieron los cubanos del grupo vocal Línea Tope, cinco cantantes que utilizando como única herramienta sus gargantas trajeron a Cosquín toda una orquesta caribeña virtual.
|  Palavecino volvió a mostrar su alto nivel de popularidad. |  | Ampliar Foto |  |  |
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