Mauricio Maronna
La decisión de Fernando de la Rúa de ampliar la Alianza, convocando a los partidos provinciales, está sustentada en una pulimentada lógica de pragmatismo: el gobierno comenzó a leer con preocupación los resultados de una megaencuesta que arroja sombras sobre el futuro electoral en los comicios de octubre próximo. "No podemos darnos el lujo de perder por paliza en Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe y, además, dejarle el terreno libre a (Domingo) Cavallo en la Capital Federal", comentan en el Ministerio del Interior. El "no" de Carlos Alvarez al Operativo Clamor preocupa a los sectores progresistas del radicalismo. Los sondeos marcan que, sin Alvarez de candidato, el estratégico distrito porteño podría convertirse en tierra de nadie. Pese a que Chacho reitera en sus maratones radiales que no se dejará seducir por los cantos de sirena, en el Frepaso consideran que mantenerse al margen de la lucha electoral implicará una nueva pérdida de espacios para la confederación de centroizquierda. "Chacho necesita revalidar títulos; y acá (por la ciudad de Buenos Aires) les gana a todos", es la interpretación que suele ofrecer Darío Alessandro, mano derecha del ex vice, a algunos frentistas del interior. Pero, más allá de Alvarez, el jefe del Estado empieza a darle forma a una idea que empezó a germinar hacia fines del 2000. La Capital publicó entonces que algunos operadores de De la Rúa habían empezado a extender puentes de plata con el Partido Demócrata Progresista en Santa Fe. "No es casual que les hayamos dado (a los pedepistas) la presidencia de la Comisión Bicameral", confió una fuente desde un despacho cercano al del mismísimo presidente. Sin embargo, la idea cayó como una patada en el hígado entre los radicales santafesinos, inmersos en una interna despiadada. "¿Cómo vamos a armar una lista con el PDP, los socialistas y el Frente Grande si tenemos un despelote interno que nos impide acordar, siquiera, una nómina en común para competir con (Horacio) Usandizaga", dijo uno de los opositores al Vasco. Pese a que los funcionarios nacionales nieguen histéricamente que no esté pensando en las elecciones, la cercanía del calendario electoral los hace bosquejar alternativas para evitar una debacle que pondría en riesgo los dos últimos años de gobierno.
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