| | Punto de vista Una noche de cumbia y familia
| Orlando Verna
La noche se había pintando de luna y el vientito fresco de las lluvias pasadas no sólo dio un respiro sino que también había secado el campo de juego del estadio municipal de Funes. Desde temprano llegaron familias enteras en busca de un lugar en las mesas que bordeaban la cancha. Hamburguesa y cervezas en mano alistaban los estómagos y meneaban lentamente los sentidos. Todo preparativo era poco mientras la música tropical retumbaba y se alargaba la espera para ver a Los Palmeras, la principal atracción del viernes en la Fiesta de la Cerveza. Afuera cientos de personas formaban una ordenadísima y gran fila que llegó a tener más de cien metros. Finalmente sumaron unas 7.500 almas con ansias de cumbia. Los minutos se estiraban mientras el locutor del show solicitaba calma a quienes aún se encontraban en la calle porque "nadie se iba a quedar sin ver a Los Palmeras". Adentro los más chicos jugaban a la guerra de espuma con sus compinches, con las colas de las chicas y la de los perros que no hallaban paz ni debajo de las mesas. Los más grandes ejercitaban el codo en familia. Los más jóvenes expandían sus juegos histéricos con propios y extraños, al tiempo que las filas de los baños de damas se engrosaban más y más. Las luces del estadio aminoraron su impacto y Los Palmeras se lanzaron al ruedo como "La primera vez". Risas con ventanas dentales se mezclaron con otras de countries privados y las parejas se formaron instantáneamente desparejas. Adelante del escenario, el ejercicio del rock alentaba su compresión de sardina en lata y la fulbocultura desplegaba sus remeras al viento al grito de "vamo los palmé". Una fiesta popular donde dudosas habilidades de cumbia bailan su alegría momentánea, combinadas, claro, con la maestría de quienes saben de pasos cruzados. Huecos que se abren en medio de la multitud a fuerza de cumbia y la magia de La Chola unida a Colón y la paloma. Cumbia, cerveza y familia, ritual argentino de noche de verano.
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