El argentino es algo así como ese "Hombre que está solo y espera" de Raúl Scalabrini Ortiz, aunque llegado a un punto de su existencia no sabe bien qué es lo que espera, no porque no lo supiera alguna vez, sino porque buena parte de la clase política lo ha confundido y humillado con su verborragia y actitudes. Indulgente y manso, el argentino ha soportado las más dislocadas palabras y hechos por todos recordadas. Célebres frases que la historia acuña y que se inscriben en el libro nacional de los dislates, tales como: "El que apuesta al dólar pierde", de Sigaut; "Si quieren venir que vengan, les presentaremos batalla", de Galtieri; y más cerca en el tiempo aquello de que "la casa está en orden"; "estamos mal, pero vamos bien" y la reciente y cuestionada proclama de Machinea: "Llegó el momento de gastar".
Esta última, no es más que la efímera euforia que despiertan algunos efectos que permitieron capear la última y grave crisis económica y política, que en algunos casos no son logros del gobierno, sino la resultante de medidas adoptadas por el Tesoro de los Estados Unidos en el marco de la estructura de su propia política económica que, de paso, benefició a la Argentina.
El blindaje, una nueva palabra anexada a la comedia nacional, pareciera ser no más que un salvavidas, como otros que en el pasado sirvieron para endeudar y comprometer más al país. Pero acaso, a fuerza de ser sinceros, por obra y gracia de la propia conducción argentina que no supo aprovechar las oportunidades. Sin embargo, este blindaje 2001, como lo promociona el gobierno en un corto publicitario que se irradia con harta frecuencia por el canal estatal, ha venido a ser la pócima mágica capaz de reducir intereses, incrementar la producción y el empleo y llevar al crecimiento a un país que, hace apenas días, se desangraba política y financieramente en el borde de un abismo.
Economía y marketing
Como se advierte, el principio de que la economía debe estar al servicio del hombre dio lugar a la fórmula también de que la economía se debe al marketing político. "Desde el punto de vista económico, van a estar dadas las condiciones para ganar las elecciones", se jacta el ministro de Economía, José Luis Machinea.
Mientras, una suerte de huracán de adversidades asolan al ciudadano argentino. El discurso político, en un plano existencial ubicado en las antípodas del sentir de la gente, está pensado y dirigido ya a las necesidades de este año electoral. Y no sólo eso, sino que, con desenfado, se proyecta hacia el 2003. Es tan fuerte el protagonismo político que hasta los más estoicos sucumben ante la tentación y la seducción del disparate electoralista y del poder.
El mismo Carlos Chacho Alvarez, quien en un arrebato político poco meditado dio un portazo y se fue de la Vicepresidencia de la Nación, cediendo el lugar a quienes desde el oficialismo anhelaban tal desenlace, hoy es arrastrado a hablar sobre su candidatura a senador nacional. Sus palabras, ambiguas al responder, van desde el "por ahora no" hasta el "no" rotundo pero dejan abierta la posibilidad del retorno. No debe olvidar el lector que el significado del lenguaje político difiere sustancialmente del corriente y el antónimo cobra vida más rápido de lo que uno cree.
Para Alvarez, su estruendosa partida todavía está muy fresca y el sabe del tremendo desgaste que significaría hoy para su imagen aceptar ser candidato de una alianza a uno de cuyos sectores cuestionó. Hay quienes advierten esa situación, como Antonio Cafiero, quien no titubeó en decir, y de paso aconsejar, que "para Chacho sería un retroceso". Pero como el poder político, salvo excepciones como las de Alfonsín y Menem, no se ejerce desde el llano, acaso a Alvarez no le quede más remedio que ceder y retornar pese a todo.
Chacho, uno de los puntales de una Alianza que en lo programático e ideológico es nonata, también es, al fin y al cabo, un protagonista de este devenir argentino dislocado, de estas marchas y contramarchas políticas: estuvo en el peronismo y se fue; llegó a la Vicepresidencia y renunció cuestionando procederes y sumió al país en una crisis única en los últimos años; intentó formar un nuevo movimiento a los pocos días pero se arrepintió; bajó línea a los legisladores del Frepaso para que no votaran la ley previsional, pero luego cambió de actitud. Todo esto sólo es posible en la alquimia política argentina.
Una visión santafesina
El lector no debe dar por sentado de que esto es sólo patrimonio nacional ¡Nada de eso! En Santa Fe, por ejemplo, ya Usandizaga adelantó su intención de ser candidato a intendente, aunque esto no sea más que una simple estrategia política en el marco de la interna partidaria que se dará en pocos meses.
Varios encumbrados políticos peronistas partieron de vacaciones, pero llevaron consigo el suficiente material que le permita elaborar los planes adecuados para lograr la senaduría nacional vacante, aunque algunos sólo aspiren a recursos que, de mínima, les permitan integrar la lista de candidatos a diputados nacionales.
Después de todo, aunque con más prudencia y recato, tampoco el Lole descarta su posible candidatura a presidente y encarga encuestas en distintas provincias argentinas que le dan resultados satisfactorios. Pero mientras tanto, Santa Fe está a la zaga en muchos aspectos de la vida nacional. Internas, candidaturas, espacios de poder, todo en medio de la soledad de ese argentino que espera.
De todos modos, algunas expresiones advierten sobre la necesidad de erradicar por ahora el discurso electoralista. Desde la Municipalidad rosarina, uno de los pilares de la Alianza junto con el gobierno de la ciudad de Buenos Aires, el secretario de Gobierno, Antonio Bonfatti, reclamó que "hay que dejar de atosigar a la gente con tantos candidatos y pensar en cosas productivas". El prudente consejo no es fácil de aplicar a veces. "El remedio ya no tiene cabida allí donde lo que había sido vicio se ha hecho norma de vida", decía Séneca.