| | Editorial Genocidio y niñez
| "Exterminio o eliminación sistemática de un grupo social por motivo de raza, de religión o de política" es el significado que el diccionario de la Real Academia Española atribuye al término genocidio. Para ser mas preciso a esta altura de los tiempos, habría que agregar un motivo más: "de niñez".Tal es una de las reacciones que provoca la lectura del último informe de Unicef sobre la niñez en el mundo. Es que, por ejemplo, el trabajo destaca que durante 1999 perecieron casi once millones de chicos menores de cinco años. Cifra horrorosa que resulta más espeluznante aún si se tiene en cuenta que la mayoría de esos fallecimientos podría haberse evitado, como que las cinco causas principales de mortalidad infantil son trastornos perinatales (20 %), infecciones respiratorias (18), enfermedades diarreicas (17), paludismo (siete) y otras causas (23 %). La situación tiene su punto de partida en el subdesarrollo, con el hambre y la ausencia de educación como manifestaciones más dañinas. Esto último responde a que, en un mismo contexto social, se ha comprobado que los niños que nacen de madres sin educación formal tienen dos veces más posibilidades de perecer antes de su primer cumpleaños que los traídos al mundo por mujeres con una educación escolar superior a la primaria. La falta de alimentación de las embarazadas lleva a que nazcan hijos disminuidos en su capacidad de afrontar los primeros tres años de vida, lapso en el que el cerebro adquiere la capacidad de pensar y hablar, aprender y razonar. Si a esto se agrega que, junto con la ausencia de una prestación de salud adecuada, la carencia de una alimentación suficiente continúa con posterioridad al nacimiento, se entiende cómo es posible que se perpetre un genocidio de tal naturaleza, por el que nadie responde. Para Unicef la circunstancia de que, pese a tantas denuncias, muy poco es lo que se concreta para acabar con la ignominia de esta situación, responde a la compleja trama de las políticas económicas mundiales, con mención especial de las pesadas deudas externas de los países pobres. Empero, para alcanzar una abarcativa visión sincera de la realidad, única manera de no errar en el diagnóstico ni en el tratamiento, sería también criminal olvidar que entre las causas fundamentales de tan horripilante situación se cuenta en primer término la tremenda corrupción que, generalmente, mina a los gobiernos de los países más atrasados y que hace que la ayuda no llegue (o llegue disminuida) y que estallen sangrientos conflictos. Casi once millones de niños menores de cinco años muertos en un año como consecuencia de enfermedades que, en su mayor parte, podrían haberse curado, es una bofetada en pleno rostro de la humanidad. Una bofetada que debería despertar la conciencia del mundo, para lo cual mucho serviría la asunción de la verdad en toda su magnitud.
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