Sergio Roulier
El Rucci es un barrio de obreros que ha sufrido los avatares de la clase a cuya gente pertenece. Si bien existe un clima de solidaridad entre los vecinos, los lazos comunitarios se han ido perdiendo. La gran movida del lugar son las multitudinarias convocatorias del padre Ignacio, un personaje popular que cambió la historia de la zona pero que no cuenta con el consenso de todo el vecindario. Sus habitantes saben que serán testigos de los grandes cambios que se vienen en la ciudad. La conexión física Rosario-Victoria está muy cerca y el tránsito pasará frente a sus narices. Por eso, creen que la identidad del barrio sólo se mantendrá si se construye el puente intercambiador que conectará los dos sectores del barrio, que divide la avenida de Circunvalación. El barrio comenzó a construirse en 1973 a instancias de la CGT para que los obreros de distintos gremios pudieran acceder a una vivienda. Fue bautizado con el nombre del legendario sindicalista José Ignacio Rucci. En el 78, los militares entregaron los departamentos y le cambiaron el nombre al lugar. Lo llamaron 1º de Mayo. Y hoy se lo conoce por ambas denominaciones. Casi la mitad de sus habitantes ya están jubilados o no tienen empleo. El resto son docentes, colectiveros, metalúrgicos, personal doméstico y los jóvenes trabajan en los supermercados de la zona. Hay pocas diversiones en el barrio y escasos eventos culturales. Apenas, el club 1º de Mayo concita la atención de los más chicos con la pileta, el fútbol o el básquet. Eso sí, es muy fuerte la identificación con los colores de Central y Newell's, y esa pasión está escrita en las paredes. Hay hinchas, de ambos clubes, que se juntan antes de los partidos en diferentes sectores, pero en el barrio "no se tocan". Al caminar sus calles aparecen hombres y mujeres sentados en los balcones, regando el asfalto o sólo para mirar a ver quien pasa. Los monoblocks -todo un símbolo del lugar- están bien construidos y son cómodos, una rareza para ese tipo de edificaciones, pero en su mayoría están descuidados por sus habitantes. Algunos lucen mal repintados, con aberturas sin mantenimiento y jardines tristes. "Hay consorcios que funcionan bien y otros, no existen", se justifican. La vida social está en el sector donde se asienta la parroquia Natividad del Señor. Allí están el dispensario, el club, dos escuelas y uno de los centros comerciales. Los edificios están un poco más cuidados y es más notoria la competencia con los vecinos de Parquefield, por la calidad de las viviendas y el estilo de vida. Del otro lado, se ven más los problemas: pavimento destruido, plazas desoladas, falta de cunetas y residuos en la calle. "Falta solidaridad entre los vecinos", apuntó don Camilo. Y es así como el interés por tener una mejor calidad de vida fue desapareciendo. Laura (23 años) no teme salir de noche y cree que es un barrio tranquilo. Sin embargo, el sector más peligroso es el puente peatonal que -por la falta de iluminación artificial- es un sitio clave para los arrebatadores, durante la noche. Oscar Ruiz Díaz y José Perrune, de la vecinal, reciben las quejas de la gente a cada paso y sienten que las soluciones están lejos, como la distancia que hay con el centro y los órganos de poder. Al barrio, también le sacaron la obra del puente intercambiador a la altura de calle Palliere que ya estaba adjudicado. Los vecinos tienen grabados en la memoria los argumentos de la necesidad del puente: 72 accidentes con 34 muertos. Y además el aumento en la densidad del tránsito que pasará por Circunvalación cuando se inaugure el Rosario-Victoria. Ambos sectores quieren seguir unidos y no perder su identidad.
| La construcción de los monobloque es de las mejores. | | Ampliar Foto | | |
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